Hace poco más de una semana, dije que lo que importa es la calidad de tu libro. Es cierto que la calidad siempre ha sido subjetiva, pero todos estamos de acuerdo la mayor parte del tiempo. Es decir, las obras maestras lo son para la mayoría y los truños ilegibles también.
Sin importar que vendan mucho como [Inserta tu best-seller más odiado aquí]. Y es que calidad y ventas no es la misma cosa, como seguramente te habrás imaginado.
¿A qué viene todo esto? A que por muy subjetiva que sea, hay maneras de medir la calidad. En realidad, una solamente, y es el impacto que tiene una obra en su público objetivo.
¿Les ha emocionado? ¿Les ha hecho pensar? ¿Les ha cambiado?
Esas son las únicas preguntas que importan para determinar la calidad de una obra.
Si tu respuesta es afirmativa, significa que para ti es una obra de calidad.
Si tu respuesta es negativa, significa que para ti no lo es.
Por eso, la opinión de una sola persona no es suficiente para establecer la calidad de una obra. Hace falta la de muchos lectores, cuantos más mejor.
Si la respuesta es afirmativa por parte de un gran número de lectores, entonces podemos afirmar que estamos ante una obra de calidad, aunque siempre habrá quien opine lo contrario.
Si la respuesta es negativa por parte de un gran número de lectores, estamos ante un mal libro, aunque seguro que tiene sus defensores.
Por eso la mayoría de las obras consideradas de calidad son leídas por muchas personas. Son los lectores los que otorgan la calidad, al menos al principio. Luego la calidad atrae a los lectores.
Y es que incluso el mejor de los libros no es nada si no lo lee nadie.
Mañana, más. ¡Feliz escritura!
Imagen: Clem Onojeghuo en Unsplash