(Entra música)

Es un tópico un poco gastado, pero no deja de ser cierto: cada uno de nosotros somos el protagonista de nuestra propia película y somos responsables de lo que pasa en ella. Así pues, después de varias semanas de bajón y bloqueo, no hay otro responsable que yo mismo.

Ese es el mayor balance de estos últimos dos meses. He dejado que las circunstancias exteriores pesen más que el sueño de vivir de lo que escribo, y eso ha hecho que deje la escritura de lado. Por eso en este balance no hay resumen de palabras escritas; te puedo asegurar que no merece la pena contar lo poco que he escrito.

Echando la vista atrás, veo que es una tendencia que viene de muy atrás. Si me apuras, casi desde que terminé Proyecto Armagedón. He estado muy bloqueado y desganado, y ni forzar mis límites para escribir durante 300 días seguidos en esta bitácora sirvió para que volviese a disfrutar escribiendo como lo hacía al principio.

Ni siquiera es la primera vez que me pasa esto, aunque sí la más fuerte. Y la solución es siempre la misma.

Soy escritor, tengo que escribir. 

Tengo que dejar de pensar en todo lo que tengo por delante y comerme el elefante poco a poco. Es lo que hacen mis colegas Jaime Blanch y Alberto Meneses prácticamente cada día. No los verás buscando lectores en redes sociales, intentando encontrar un truco para que les encuentren o enseñando a otros escritores (excepto con su ejemplo); están ocupados haciendo lo que deben hacer, que es escribir.

Les veo y me muero de envidia. Ya estoy harto de morirme, así que voy a volver a ser el que alguna vez fui.

Estos dos meses que han sido tan pésimos ya pasaron. Hoy es un nuevo principio y, como siempre he hecho, lo iré contando en esta bitácora.

Y en unos meses, voy a mostrarte el resultado. 

¡Feliz escritura! 

Imagen: Dafne Cholet vía Flickr.