Cuando publiqué La Cosmonave Perdida hace casi cuatro años, no era un libro perfecto ni mucho menos. Todavía tenía muchas erratas y cometí todos los errores de principiante que te puedes imaginar, incluyendo el uso de guiones en lugar de rayas para los diálogos.

Sin embargo, vendí más de cincuenta ejemplares en el primer mes y más de doscientos en el segundo. ¿Por qué?

Porque el libro era lo bastante bueno para ello. No es que sea falsa modestia, es que con toda la experiencia que he acumulado desde entonces, ahora puedo ver claramente que la historia tenía una progresión lógica, presentando a los personajes, el escenario y el problema, haciendo que los personajes intentaran resolver el problema hasta llegar al clímax y la validación. De forma intuitiva, usé todos los elementos de la historia de la forma que deben ser usados.

El resultado fue una buena historia, y nunca una buena historia ha dejado de venderse por unas pocas faltas de ortografía. Entonces como ahora, me obsesionaba más la calidad que la perfección y creo que he llegado mucho más lejos preocupándome de la calidad de mis historias que no de que sean perfectas.

Bueno es mejor que perfecto, siempre.

Y publicado es mejor que no publicado, siempre.

Mañana, más. ¡Feliz escritura!