Es bien sabido que la vida da muchas vueltas y que cuando menos te lo esperas, te da un guantazo en la cara. Cuando te ocurre una de esas, es cuando tienes que ser más fuerte y perseverar todavía más. Me encuentro en una de esas situaciones, en las que se me acumulan cosas que exigen espacio en mi ancho de banda mental y me dejan muy poco libre para escribir. Tanto, que he decidido no escribir unos días para liberarme de esas tareas. El problema es que siguen cayendo otras que ocupan mi mente y mi tiempo, y corro el riesgo de entrar en bucle.
De ahí el título de esta entrada y su razón de ser: necesito recordarme a mí mismo por qué hago lo que hago, y convencerme de que tras todos los obstáculos que tengo delante de mí hay un mañana mejor. Y eso lo voy a hacer de la única forma que sé, que es escribiendo, con la esperanza de que este texto sirva también para otros escritores que se encuentren en la misma situación.
Lo primero que tengo (tienes) que recordar: excepto la muerte, nada es permanente. El sol seguirá saliendo mañana y todo puede arreglarse echándole horas de trabajo. Si no estás dispuesto a hacerlo o consideras que no merece la pena, tienes la opción de mandar eso que te está molestando a tomar viento y crear espacio para dedicarte a lo que de verdad te interesa. Eso sí, debes estar dispuesto a afrontar las consecuencias. En el caso de que sean minúsculas o no existan, entonces no tenías que preocuparte por eso, sino por tu incapacidad para decir «No»..
Te pongo el ejemplo de este blog: si no lo escribiera, no pasaría nada en realidad, exceptuando que me costaría mucho volverme a mirar a la cara, y no me apetece llegar a ese punto. Pero si lo hiciera con uno de mis trabajos alimenticios, las consecuencias serían mayores tanto en lo económico como para mi reputación, algo que no me apetece en absoluto. Así que en mi caso toca ajo y agua, y trabajar en todo lo que tengo que hacer. Mi familia y mi sustento dependen de ello.
Eso es la segunda cosa que debo (debes) recordar: no estás solo y tus acciones tienen consecuencias para más gente. Bueno, si en realidad estás solo y puedes hacer lo que quieras, lo siento por ti; se trata de una libertad engañosa que solo esconde tu soledad, créeme. Pero si tienes a otros que se preocupan por ti y que dependen de tus acciones, no puedes permitirte dudar. Sabes perfectamente lo que necesitas hacer para alcanzar tus objetivos, así que tienes que ponerte en marcha y dejar de lamentarte. Si te quedas paralizado quejándote de tu mala suerte, o planeando cómo solucionar, lo único que haces es perder tiempo.
Tercer punto, y uno de los más importantes: actúa ya, y confía en el proceso. En cuanto vayas haciendo cosas, se producirá esa magia que has experimentado en otras ocasiones, la que hace que tu mente se aclare y encuentres soluciones donde ahora no las ves. Puedes llamarlo concentración, entrar en la zona, estado zen o como más te guste. El caso es que, para escribir y para todo lo demás, las musas solo acuden cuando estás trabajando; nunca lo harán si te ven perdiendo tiempo en el móvil o entregado a las lamentaciones. Así que si no quieres fallar a los que dependen de ti, empieza a hacer cosas ahora mismo.
Céntrate en el próximo paso, la próxima tarea, el próximo capítulo y no pares hasta terminarlo. Después, continúa con el siguiente hasta que acabes. Es el único modo de acabar las cosas. No hay atajos, y el tiempo que pierdes buscándolos solo incrementará tu desesperación y tu urgencia. Así que a trabajar.
Cosa que voy a hacer ahora mismo. En mi caso, estas líneas han sido la terapia que necesitaba, y espero que puedan serte de ayuda a ti también. Sigo teniendo mucho que hacer y mis problemas no han desaparecido, pero ahora tengo la mente despejada y un propósito definido, algo de lo que carecía antes de empezar a escribir esta entrada. Ojalá te haya pasado lo mismo.
Ya sabes, ten mucho cuidado ahí fuera.