Ni los mejores planes sobreviven al contacto con el enemigo. Tenía pensada y empezada una entrada con la que quería inaugurar una nueva serie sobre mis escritores favoritos, pero cada vez que ponía ante al teclado era incapaz de escribir. Normalmente eso es una señal de mi inconsciente, pero en esta ocasión no me avisaba para evitar ese tema, sino para escribir otra cosa más urgente.

Ya sabes, esas cosas que uno necesita sacarse de dentro.

Llevo más de 70.000 palabras escritas en Prisioneros del Futuro y creo que me quedan al menos otras tantas. Y al mismo tiempo, tengo unas ganas locas de comenzar con el siguiente libro, en el que cambiaré de género y probaré cosas nuevas. Y tengo un calendario previsto de aquí a fin de año que va a ser la leche si logro cumplirlo.

Pero me asaltan dudas y miedos. Ya sabéis —y si no, os lo cuento— que he emigrado a otro país por varias razones, la más importante de ellas el amor. Aquí llevo ya más de dos meses y todavía no he encontrado trabajo. No me preocupa, tenemos ahorros y todavía podemos aguantar bastante tiempo. De hecho, lo he aprovechado para dedicar más horas a la escritura. Entre búsquedas y currículos, ocupo todos los momentos posibles escribiendo. La cuestión es que mis días buenos son muy buenos, pero los malos no solo se traducen en pocas o ninguna palabra escrita, sino que me minan la moral, porque siento que pierdo el tiempo.

Ese calendario que os contaba antes es muy ambicioso y se basa en una disciplina espartana en la escritura que —lo confieso— no estoy teniendo. Cada noche me acuesto con la convicción de que mañana compensaré la jornada perdida y al día siguiente, mi mente halla mil excusas para no darlo todo. Pasan las horas y apenas he escrito cuatrocientas palabras. Alguna vez ha habido razones reales, pero en la mayoría de las ocasiones soy solo yo y mi procrastinación.

Tampoco ayuda muchas de las cosas que leo en la blogosfera del mundillo. Parece que todo el mundo quiere escribir un libro para luego poder ganarse un dinerito enseñando a otros aspirantes a escritores. En muchas ocasiones, se centran en cuestiones menores y cortoplacistas antes que en los fundamentos de este oficio. De nada te sirve conocer al dedillo cómo funcionan las categorías en Amazon si luego no sabes construir una historia que al lector le apetezca leer o, aún peor, si crees que ya sabes todo lo necesario para escribir un buen libro y que no se vende porque no sabes venderlo bien.

Eso me enoja bastante y es una de las razones por las que cada vez hay menos bitácoras españolas en mi feedly. Comprendo que lo hacen de buena fe, pero no necesito que me expliquen otra vez cómo crear una página web que me ayude a vender más libros, o las razones por las que debo tener una buena portada. Y no es que crea saberlo todo, es que sé más que muchos de ellos pero sigo siendo un novato. ¿Dónde les deja eso a ellos?

Perdón por este pequeño arrebato. Tengo pendiente escribir algún día una entrada sobre «escritores» que se creen que pueden enseñar a otros, que creo hará que me lluevan hostias por todos lados. Pero ese desahogo puede esperar.

Ahora estoy confesando mi vértigo y mi miedo, porque llevo más de dos años proclamando que quiero vivir de lo que escribo y tengo miedo de no conseguirlo ahora que tengo la oportunidad. Y no sé si volveré a tener otra.

Ya está, ya lo he dicho.

Sé perfectamente que la vida no se acaba en la escritura y que tendré muchas otras oportunidades, pero la situación en que me hallo, en la que los astros parecen haberse alineado a mi favor y aun así no lo aprovecho, me hace dudar. Tengo una familia que mantener y los ahorros solo durarán un tiempo. ¿Podré lograrlo? ¿Estoy esforzándome para nada? ¿Merece la pena luchar por un sueño que puede ser una químera?

Si tú también te haces esas preguntas, no podré contestarlas para ti. Solo puedo hablar por mí mismo y, después de mucho pensar, ya tengo mis respuestas.

Para ti que estás en mi misma situación, te recomiendo que hagas igual que he hecho yo. Expresa tus dudas y miedos por escrito y hazlos públicos. Puede ser de manera público como esta entrada o en un cuaderno que muestres a las personas cuya opinión te importa. En cualquier caso, plasmar tus pensamientos te hará reflexionar y ayudará a que obtengas tus respuestas.

Y si no lo consigues, siempre puedes hacer caso a Shia Labeouf.


¡Feliz escritura!

Imagen: Katleen Vanacker vía Unsplash.