Este es el primer domingo desde que empezó este reto que no he tenido que ir a trabajar por la noche, y parece que eso ha tenido un efecto beneficioso. No solo he podido ver Juego de Tronos sin interrupciones, sino que he podido dedicar el día con tranquilidad a la escritura sin tener que ir presionado para acabar a las ocho y media. Por la mañana, he podido avanzar en el proyecto secreto (para el que voy a ir pensando un nombre, por cierto) y por la tarde, he trabajado en esta bitácora y en La Guerra del Ayer. Un día bien aprovechado, desde luego.

También he podido dedicar tiempo a pensar, pues el diario de escritora de mi colega Ana Bolox está mostrando su batalla diaria contra la Resistencia y cómo trabaja en varios proyectos a la vez. Eso me ha hecho recordar las desventajas de la multitarea que contaba Cal Newport en Deep Work y me ha hecho plantearme si hay algo mal en mi flujo de trabajo.

Una de las cosas que tengo bien clara desde que empece con esta aventura es que el artista no puede estar pendiente de que llegue la musa. Tiene que ponerse a trabajar para que la musa venga, no funciona al revés. No solo es que sienta en mi interior que es correcto, sino que al investigar la vida y métodos de trabajo de otros escritores que tomo modelos, todos ellos comparten esa misma ética de trabajo. El éxito deja pistas y si sabes leerlas, es muy probable que puedas emular esos éxitos.

Ahora bien, mi mayor problema con la escritura siempre ha sido la dispersión. En mis primeros libros no sabía lo difícil que era esto, así que lo hacía sin pensar. Pero a medida que he ido creciendo como escritor, también me ha ido entrando un poco de vértigo, por llamarlo de alguna manera. Se trata de un miedo a defraudar las expectativas, tanto las externas de mis lectores como las internas, que me hace perder tiempo con otras cuestiones que pueden parecer importantes.

Vamos, un ejemplo de Resistencia de libro, y nunca mejor dicho.

Lo bueno de escribir este diario y esta bitácora es que todos esos temores los he ido soltando en estas páginas y eso ayuda mucho. Plasmar en letras lo que uno siente permite dar nombre al enemigo y eso te el poder para derrotarlo. Por eso, para vencer a la Resistencia me he propuesto emular al caballo de la imagen superior. Me he colocado unas anteojeras mentales para no desviar la vista de mi camino y concentrarme de manera profunda en solo una tarea. Esa tarea será el proyecto secreto, que debo terminar en este mes de agosto. Después, vendrá La Guerra del Ayer, pero no antes o al mismo tiempo. Y después vendrá otro libro, y luego otro más.

Porque no pienso parar.

Nunca. 

¡Feliz escritura!

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Domingo, 13 de agosto de 2017

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Imagen: Ilya Ilyukhin vía Unsplash.