Al final, en la vida todo se reduce a tener confianza.

Confianza en la persona que amas. Confianza en tus compañeros. Confianza en uno mismo y sus capacidades.

De todas esas clases de confianza, la más difícil de conseguir es la última. Somos capaces de perdonar muchas cosas a otros, pero con nosotros mismos no tenemos ningún tipo de compasión. 

Con el tiempo, uno aprende a confiar en uno mismo, y esa confianza te permite superar todas las situaciones.

Un ejemplo: la última entrevista de trabajo que hice. 

Era para un puesto en el que no tenía experiencia directa y mi currículum tampoco parecía indicar que fuese apto o que pudiera tener las aptitudes para el puesto.

No es falsa modestia, es que después de más de quince años especializado en un aspecto de mi profesión, no tenía nada que mostrar fuera de ese ámbito.

Sin embargo, eso no me iba a detener. Estudié la empresa y el puesto, sabía que podía realizar cualquier tarea que me pidieran y que la dominaría pronto. Uno puede ser duro de mollera, pero aprende rápido.

Además, no tenía nada que perder y mucho que ganar, por lo que acudí tranquilo, sabiendo mis fortalezas y mis debilidades, y cómo aprovechar unas y compensar otras.

La entrevista, como puedes haberte imaginado, salió muy bien. A los dos días me llamaron y desde entonces trabajo en esa empresa.

La confianza en uno mismo nace cuando sabes que estas preparado para afrontar cualquier situación. ¿Cómo lo consigues? 

Trabajando más que nadie, una lección que aprendí de mis padres y mis abuelos.

¿Quieres confiar en ti mismo? Trabaja y esfuérzate. El resto viene rodado, en la vida y en la escritura. 

Mañana, más. ¡Feliz escritura!  

Imagen: sydney Rae en Unsplash