Todo ser humano debería ser capaz de cambiar unos pañales, planear una invasión, desollar un cerdo, gobernar una nave, proyectar un edificio, escribir un soneto, hacer un balance, levantar una pared, poner un hueso en su sitio, consolar a un moribundo, recibir órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar solo, resolver ecuaciones, analizar un problema nuevo, estercolar un terreno, programar una computadora, cocinar un plato sabroso, combatir con eficacia y morir con gallardía. La especialización es para los insectos.

Robert A. Heinlein, Tiempo para amar.

La cita anterior es de uno de los mejores libros de mi escritor de ciencia ficción favorito, Robert A. Heinlein. Puede que le recuerdes por las Reglas de Heinlein, que menciono de vez en cuando y que intento seguir siempre, con mayor o menor fortuna. Dicha cita es un buen resumen de las razones por las que el homo sapiens ha dominado el planeta; con todos los peros que quieras ponerle pero nuestro éxito evolutivo se ha debido, entre otros aspectos, a nuestra capacidad de adaptación y a que podemos realizar todo tipo de tareas, como monos inteligentes que somos.

En mi opinión, eso mismo va a pasar con los escritores. Aunque el fenómeno de la autopublicación es muy reciente, con el tiempo cada vez más escritores van a ser capaces de vivir de lo que escriben, pero solo lo harán si son capaces de realizar todo tipo de tareas, tal y como sentencia Heinlein. En otras palabras, para vivir de la escritura no te bastará solo con saber escribir buenas historias (aunque ese siga siendo el primero y principal requisito).

Todo escritor independiente debe acostumbrarse a alternar entre sus tres alter ego: el escritor, el editor y el empresario. Cada uno de ellos juega un papel fundamental en su carrera y aunque haya aspectos que puedas subcontratar a otros profesionales, siempre podrás valorar mejor lo que te ofrecen cuando tienes experiencia de primera mano. Para ser un escritor competente hoy en día y poder vivir de lo que escribes, debes atesorar cuantas más de estas cualidades mejor.

Competencias del escritor

Tu yo escritor es el agricultor que siembra en el campo, el que se encarga de echar el carbón a la locomotora de tu carrera, el constructor de la casa. Es el encargado de crear las historias que quieres contar y cada vez que te pongas a escribir, tienes que cumplir con estos requisitos.

  • Debes conocer las palabras. Si quieres ser escritor, las palabras van a ser tu herramienta de trabajo, así que debes conocerlas, saber cómo funcionan y por qué. No basta con tu conocimiento nativo del idioma y lo que te han enseñado en el colegio. Lee, investiga, aprende sobre el origen del lenguaje —te sorprenderás al descubrir cómo usas construcciones latinas que no sabías que existían—, estudia la ortografía y la gramática para conocer las reglas antes de romperlas, y mejora tu conocimiento de la lengua descubriendo otros idiomas, aunque sean nociones básicas. Aunque no lo creas, todo ello enriquecerá tu escritura.
  • Debes conocer las historias. Si las palabras son tu herramienta de trabajo, las historias son tu materia prima. Aunque ya sabes muchas cosas de manera inconsciente —lógico, dado que consumes historias desde que tienes memoria—, tienes que hacer consciente ese conocimiento. Descubre la estructura de las historias, aprende cómo mezclar trama principal y subtramas sin que el lector se pierda, estudia cuánto debes explicar y cuánto debes dejar a la imaginación del lector, y concéntrate en dominar los elementos esenciales de la historia —personaje, escenario, problema— y cómo combinarlos para que tu historia atraiga al lector.
  • Debes ser humilde. Puede que hayas notado algo en las características anteriores, las veces que repito verbos como «aprende», «estudia», «descubre». El escritor debe ser humilde y reconocer que nunca será perfecto, que solo puede aproximarse a ese ideal. Para ello debes convertir tu educación en un proceso perpetuo. Cada vez que leas un libro o veas una película, estudiala y descubre por qué ha funcionado o por qué no lo ha hecho. Lee constantemente, ficción y no ficción; todos los libros pueden enseñarte algo. Aprende de tus mayores, bien sea leyendo biografías de otros escritores o asistiendo a clases y cursos de aquellos que van por delante de ti en el camino. La red está llena de recursos, gratuitos y de pago, de los que puedes aprender. Yo tengo pendiente asistir a esta clase magistral de Brandon Sanderson y estoy deseando tener tiempo para ello. Haz que cada día sea un día de aprendizaje y cuando pasen unos meses o años, te sorprenderás al descubrir lo ignorante que eras.
  • Debes tener disciplina. Ya lo dije hace unos días: el talento sin disciplina es inconstante. De nada te servirá escribir las páginas más bellas del mundo si después no eres capaz de terminar la historia; cualquier bazofia terminada es mejor que una obra maestra inconclusa. Y para acabar con lo que escribes, necesitas disciplina. Tienes que escribir cada día; no existen atajos ni trucos mágicos que te eximan de esa labor. Si no lo haces hoy, mañana será más fácil que tampoco lo hagas. Y cuando lleves una semana, será casi imposible que puedas retomarlo. La primera ley de Newton también se aplica a los escritores: la inercia del acto de escribir puede llevarte muy lejos mientras no permitas que nada la frene. Pero si te detienes, volver a ponerte en marcha exigirá un esfuerzo mucho mayor por tu parte. Sé disciplinado; la tortuga siempre gana a la liebre.
  • Debes tener una moral a prueba de bombas. Si quieres vivir de lo que escribes, inevitablemente vas a tener que mostrarlo al público. Tienes que estar preparado para críticas feroces, injustas y malintencionadas, al igual que para hálagos, alabanzas y premios. Como dijo Rudyard Kipling en If, tienes que encontrarte con el triunfo y la derrota, y tratar a esos dos impostores de la misma manera. Pero no solo tienes que tener moral frente a las circunstancias externas. Tu mayor enemigo eres tú mismo. Cada día, debes ignorar a la vocecita en tu cabeza que te dice que es mucho trabajo para ti, que lo que escribes es malo, que nadie te leerá, que no merece la pena; tienes que acallarla y tener fe en ti mismo y en los frutos de tu trabajo. Aprieta los dientes y resiste, porque estás en una maratón y no en un sprint, por lo que debes pensar siempre a largo plazo. Recuerda: nadie puede impedir que escribas y vivas de lo que escribes, excepto tú.

Competencias del editor

Una vez que escribes la última palabra, debes dejar paso a tu yo editor. Él es el encargado de cuidar los campos, de manejar la locomotora para que no descarrile y de realizar todos los remates en la casa que acabas de construir. Ya tienes la historia, ahora debes pulirla hasta sacar el diamante que solo tú puedes ver en ella. Para ello, debes ponerte el sombrero de editor y usar tus mismas herramientas de escritor para editar y perfeccionar tu historia.

  • Debes conocer las palabras. Como escritor hay muchos aspectos en el lenguaje que puedes obviar, pero como editor no. Tu labor como editor es asegurar la corrección ortográfica y gramatical de tu texto, asegurándote de que no hay fallos de ningún tipo. También tienes que aplicar la economía en el lenguaje y evitar construcciones redundantes, así como el encadenamiento innecesario de verbos y otros defectos que alargan innecesariamente el texto. Recuerda que cualquier fallo puede interrumpir la inmersión del lector y no queremos eso.
  • Debes conocer las historias. De nuevo, como escritor puedes permitirte una serie de licencias que como editor debes evitar. Tienes que repasar la historia y asegurarte de que sea creíble de principìo a fin. Tienes que vigilar que la trama principal no sea entorpecida por las subtramas y que estas últimas tengan una conclusión coherente; y si una subtrama, una escena o un capítulo completo no aporta nada a la historia, es un elemento superfluo que debes eliminar, como si podaras las ramas de un árbol. También tienes que controlar la continuidad de la historia, vigilando que los nombres de tus personajes y escenarios estén escritos siempre igual, y que las descripciones concuerden, porque un personaje no puede tener el pelo corto en una escena y tres capítulos después hacerse una coleta .
  • Debes ser implacable. Cuando tu yo editor toma el mando, debes distanciarte de tu yo escritor y las palabras que has escrito, porque vas a editarlo y no podrás hacerlo bien si sigues apegado a él. Tienes que ser implacable, como si fueras un herrero forjando un cuchillo. Cada corrección, corte y reelaboración que haces en tu texto es un golpe nuevo en el metal caliente, cuyo resultado final será una hoja afilada, equilibrada y precisa. Si no lo haces así tus cuchillos serán romos y toscos, y a tus historias les pasará lo mismo. No vaciles en cortar, corregir y cambiar todo lo que consideres necesario; no estás escribiendo, estás editando.
  • Debes ser minucioso. El trabajo de edición puede ser tedioso, pero es imprescindible si quieres ofrecer una buena historia a tus lectores y para hacerlo correctamente, necesitas ser paciente y estar dispuesto a realizar varias pasadas sobre un mismo texto si así lo exige. Debes tener un registro de los cambios que vas realizando, para poder incorporarlos más adelante si vuelven a aparecer. Debes leer con paciencia cada párrafo en sí mismo y en su relación con los siguientes. ¿Es muy corto? ¿Es muy largo? ¿Hay repeticiones de palabras o expresiones de un párrafo a otro? ¿Y con el siguiente a ese? Tienes que practicar la autopsia de tu texto y asegurarte de que ninguno de sus secretos ha escapado a tu escrutinio. Eso sí, tampoco te eternices en ese proceso; el libro perfecto no existe y tú no vas a escribir el primero, te lo aseguro.
  • Debes ser firme. Cuando estás editando, debes atenerte a un criterio y respetarlo en la totalidad de tu historia. En cuestiones ortográficas y gramaticales, es sencillo; hay que poner tilde en estos casos y no en estos, los diálogos se escriben con raya y es mejor usar las comillas españolas « » antes que las inglesas » «. Pero hay otras cuestiones de la edición en las que no es tan sencillo. Al principio del libro, estableciste que el protagonista odia los gatos, como un rasgo de carácter distintivo, pero según vas leyendo descubres que no se menciona más y que en un caso incluso se cruza con un gato y no dice nada. Ahí tienes dos opciones: o eliminas la primera referencia a que odia los gatos, o añades texto nuevo para mostrar ese odio a los gatos. Sea cual sea la opción que escojas, debes mantenerte firme cuando te hayas decidido y no cambiar esa decisión aunque luego te recriminen por ella. Tú eres quien manda en la historia y aunque pueda estar equivocado, tienes que usar siempre tu criterio. No tienes otro, al fin y al cabo.

Competencias del empresario

Finalmente, una vez que tu historia está acabada, debes dejar paso a tu yo empresario y crear el mejor envoltorio posible para ponerla a disposición del público. Tu yo empresario es el encargado de llevar al mercado el producto de tus campos, de vender los pasajes de tu locotomora y de adecentar la casa que has construido antes de poner el cartelito de «Se vende». Las competencias del empresario son muy distintas a la del escritor y el editor, pues su labor también es muy distinta, pero igualmente necesaria.

  • Tienes que crear el continente de tu libro. Cuando el contenido está terminado, tu yo empresario es el que se encarga del continente. Eso implica desde crear el archivo epub para la versión electrónica hasta la maquetación del libro en papel. Por tanto, tienes que saber qué son los metadatos de tu libro, cómo generar una tabla de contenidos para la versión electrónica, cómo insertar imágenes si fueran necesarias, que son las viudas y las huérfanas en la maquetación de un libro en papel, qué tipos de letra y tamaños son más adecuados para cada tamaño de libro y muchos asuntos más.
  • Tienes que crear el envoltorio de tu libro. Cuando has terminado el continente, tienes que rematarlo con un bonito envoltorio, esto es, una portada atrayente y adecuada para tu público objetivo y una sinopsis que cuente la historia sin desvelar el argumento, al mismo tiempo que intrigue y atraiga a los potenciales compradores. Con toda seguridad, estos dos aspectos son los más importantes de cara al público, por lo que debes abstraerte de todo lo que crees que sabes y comportarte como un auténtico empresario. ¿Están la portada y la sinopsis a la altura del libro? Si no lo están, tienes que reconocerlo y actuar en consecuencia, reelaborándolas hasta que estés a gusto con ellas o contratando a profesionales para que lo hagan por ti.
  • Tienes que ocuparte de la publicación y todo lo que conlleva. Aunque publicar ya no sea un trabajo sino un botón, hay mucho más que solo apretar el botón. Tienes que ocuparte de cuestiones como un registro del libro para evitar disputas futuras por la propiedad intelectual del mismo y conocer qué es un ISBN y si te interesa obtenerlo para tu libro físico. También tienes que ocuparte de conocer todas las tiendas en las que puedes publicar, cuáles son los requisitos que necesitas en cada una y las ventajas de unas sobre otras.
  • Tienes que tener nociones de marketing. Se puede escribir mucho sobre la promoción, pero lo que no puedes negar es que como empresario, necesitas saber de marketing, aunque sea solo para que no te engañen. Tienes que saber manejar redes sociales, y buscar los medios de promocionar tu libro sin resultar intrusivo para tus potenciales lectores. Tienes que saber vender tu libro en toda circunstancia, incluso en una conversación casual con un desconocido, porque nunca sabes de dónde puede venir tu próxima venta. Incluso si contratas todos esos servicios, tienes que saber de esto para poder saber lo que contratas; recuerda, la publicidad por sí misma no vende libros.
  • Tienes que tener nociones de economía. Aunque trabajes con las palabras, como empresario tienes que saber de números y tener algunas nociones de economía que te permitan establecer una estrategia de precios clara, por ejemplo. Además, si quieres vivir de lo que escribes tienes que saber organizar tus finanzas, y diferenciar lo que ganas de escritor de lo que ganas en tu otro trabajo (si lo tienes). Algo tan simple como tener una cuenta bancaria para cuestiones de escritura que esté aparte de tu cuenta normal te ayudará a ello y te permitirá comprobar de un solo vistazo, como va tu negocio, sin necesidad de echar cuenta de tu tabla de ingresos y gastos. Porque también tienes que anotar lo que ingresas y gastas, si no ¿cómo sabrás si tu novela te da beneficios o sigue en números rojos?

Estas son las cualidades del escritor competente. Me gustaría poder decir que las tengo todas, pero en el mejor de los días creo que solo llego al 70% de todo lo que acabo de enumerar. En cualquier caso, en este negocio es bueno saber de todo; recuerda, la especialización es para los insectos.

¡Feliz escritura!

Imagen: Cliff Johnson vía Unsplash.