Aunque a veces me cueste recordarlo —y más en estos tiempos—, la realidad es que el futuro para los escritores autopublicados es brillante. Nos encontramos en un momento de transición entre la antigua forma de consumir literatura y las nuevas que surgen cada día, un momento y lugar adecuado para pioneros que busquen nuevos horizontes y que no tengan miedo a trabajar. Porque las recompensas son grandes, al igual que el precio que hay que pagar.

No son palabras vacías. Aunque este 2020 de mierda nos ha golpeado duro a todos, y pasarán años antes de que podamos paliar los efectos de la crisis económica en que nos encontramos, ahora por fin podemos mirar al futuro. Eso es algo que no hemos podido hacer durante la mayor parte del año. En los meses de confinamiento y parálisis de la actividad estábamos obligados a mirar en el corto plazo, sin más planes que el día o la semana siguiente. Durante el verano del hemisferio norte, nos empezamos a acostumbrar a una normalidad diluida con menos restricciones, y en el último cuatrimestre del año, hemos aprendido a convivir con el coronavirus aunque nos siga jodiendo vivos

Hemos llegado a un punto en el que podemos planear el futuro. En abril, mayo o junio, pensar en 2021 y más allá era una químera, pero ahora podemos hacerlo. Sabemos que será un 2021 totalmente diferente, en el que seguirá habiendo restricciones de actividad, sectores económicos abocados a la ruina y/o desaparición y muchas más muertes de lo que sería normal en el año. Los seres humanos somos tozudos y saldremos adelante. Nos queda mucho por delante hasta que podamos decir que el virus está controlado, y muchos se quedarán por el camino, pero estamos en ello.

El coronavirus es la guerra mundial de esta generación y la historia nos enseña que cuando ese tipo de conflictos termina, llega una época de bonanza. Por eso, tienes que empezar a prepararte para cuando llegue ese momento y estar muy atento a todos los cambios que se van a ir produciendo. Dado que los elementos básicos de este negocio seguirán siendo los mismos —la gente sigue queriendo consumir buenas historias, ahora más que nunca—, tu trabajo es seguir escribiendo, seguir mejorando, y seguir publicando. 

No puedes pararte. Yo lo he hecho durante demasiado tiempo y las consecuencias son terribles. He perdido la cuenta de las veces que he intentado retomar la rutina de la escritura y he fallado. La vida, que es muy perra a veces, me ha trastocado los planes en muchas ocasiones, cambiando mis prioridades y lanzándome un problema tras otro. Lo más seguro es que te haya pasado a ti también; al fin y al cabo, yo no soy ningún copo de nieve especial. Y la única solución para evitarlo es seguir trabajando. 

Tengo un plan, que te desvelaré el próximo jueves. Tengo unos objetivos, seguramente demasiado ambiciosos, pero a veces la única forma de alcanzar un objetivo es plantearte una meta mucho más lejana. Así, si consigues esa meta habrás superado con creces tus expectativas, pero si no lo logras y te quedas a medio camino, tendrás que «conformarte» con alcanzar tu objetivo original. Pero solo puedes alcanzarlo si trabajas.  

Por eso estoy aquí, en el día de Nochebuena cuando en mi casa todos duermen, escribiendo estas líneas para cumplir con mi compromiso de sacar entrada todos los lunes y todos los jueves. Por eso, cuando publique esta entrada, abriré el proyecto de Scrivener en el que estoy trabajando y echaré todo el tiempo que pueda antes de que el mundo me obligue a prestarle atención. Y así cada día, porque es la única manera que conozco de hacer estas cosas. 

Si conoces otra, estaré encantado de que me la expliques, aunque no creo que exista. 

Ya sabes, tén mucho cuidado ahí fuera, y feliz Navidad.