La timidez no es una buena característica para una persona creativa. Cualquier expresión artística que sea blandita e intente no molestar se convierte de forma automática en la cosa más banal y menos interesante del mundo.

En la era de la corrección política y los sensivity readers, el riesgo de acomplejarse por el miedo a ofender es mayor que nunca. De la misma forma que jamás debes escribir basándote en criterios mercantiles, tampoco debes escribir pensando en el qué dirán.

El verdadero arte es aquel que remueve algo en el interior. Si tu libro no es capaz de hacerlo, si no es memorable para el lector de alguna forma, nunca dejarás huella.

Había una campaña publicitaria de una bebida alcohólica que decía que preferían pedir perdón a pedir permiso.

Si escribes con miedo (a ofender o a cualquier otra cosa), no escribes con libertad. Por eso, como escritor, nunca debes pedir permiso.

Mañana, más. ¡Feliz escritura!

Imagen: H Heyerlein en Unsplash