En estos últimos días estoy releyendo Discoverability, de Kristine Kathryn Rusch, un libro de esos que te dije que eran imprescindibles si querías ganarte la vida escribiendo. Se trata de una relectura de estudio y estoy tomando notas como un poseso, de tantas cosas que se pueden aprender de él. En este caso, quiero compartirte un párrafo:
Write. Write more. Improve. Keep writing.
Have your work inspire that fierce urgency of now, because all the ads in the world won’t make someone buy something they don’t want.
Even on Black Friday.
(Escribe. Escribe más. Mejora. Sigue escribiendo.
Haz que tu obra inspire esa fiera urgencia del ahora, porque ni todos los anuncios del mundo lograrán que nadie compre algo que no desea.
Ni siquiera en el Black Friday).
La fiera urgencia del ahora es una referencia a uno de los discursos de Martin Luther King. En Discoverability, Rusch usa esa frase para definir el estado que busca crear el marketing en el consumidor, incitándolo a comprar el producto ahora. En el campo de los contenidos artísticos esa urgencia también se produce, pero el cambio de paradigma en el que estamos la ha modificado. En el caso de los libros, ese fenómeno se traduce de la siguiente manera:
Hace 20 años —una generación—, la fiera urgencia del ahora significaba «¡Léelo ahora, no tendrás otra oportunidad!». (Modo abuelo Cebolleta ON) Sí, jovencitos, en el siglo XX si veías un libro en una tienda y no lo comprabas, nada te garantizaba que siguiese disponible unos meses después. Los libros se agotaban o descatalogaban y teníamos que buscarlos en rastrillos y tiendas de libros de segunda mano, luchando contra los dinosaurios y bestias salvajes que dominaban el mundo en aquella época (Modo abuelo Cebolleta OFF).
En cambio, hoy esa urgencia se ha convertido en algo muy distinto: «Quiero leer ese libro en este instante, dámelo». El libro electrónico ha permitido que conceptos como descatalogado o agotado hayan perdido todo sentido. La impresión bajo demanda permite tiradas ajustadas sin necesidad de grandes infraestructuras de almacenaje. Las tiendas online como Amazon o Casa del Libro te permiten conseguir cualquiera de las grandes novedades editoriales y te la llevan a casa. Y para las auténticas rarezas, foros especializados como Todocolección o portales como Ebay te dan la oportunidad de conseguir ese libro que llevas buscando una vida.
Es una consecuencia más del cambio de paradigma, de pasar de una economía de átomos a una de bits, de pasar de una economía de la escasez a una economía de la abundancia. Si no comprendes ese cambio, vas a tener muy difícil prosperar en este nuevo entorno, porque vas a estar dando tumbos y malgastando tus escasos recursos en acciones que se probarán inútiles.
Así, muchos autores noveles (y no tan noveles) descubren por las malas que convertirte en una agencia de publicidad de una sola persona y anunciar tu libro a los cuatro vientos no te garantiza ninguna venta. Todas las técnicas de marketing que se te puedan ocurrir no servirán para nada si tu libro no inspira esa fiera urgencia del ahora. En otras palabras, necesitas que tu libro sea bueno para que los lectores lo lean.
Si nadie te lee, recuerda que necesitas que tu libro sea bueno para que los lectores lo lean Clic para tuitear
Esta perogrullada —porque lo es— escapa al entendimiento de mucha gente, que considera que el mero hecho de haber escrito un libro lleva como premio una legión de lectores. Las razones de esta creencia son muchas y variadas, tanto que debería dedicar una entrada solo a explicarlas; aquí me limitaré a mencionar solo una: el mito del escritor novel de éxito.
En efecto, todos hemos leído historias en los medios sobre ese autor novel que con su primera novela logra un gran éxito de ventas y crítica. El Marciano de Andy Weir es uno de los ejemplos más recientes. Nuestro autor novel piensa que, dado que Weir ha podido él también, así que escribe su libro, lo autopublica y espera sentado a que le caigan los millones y el contrato para la película.
El problema es que ninguno de esos autores invierte las horas, semanas o años de trabajo que sí han invertido los noveles de éxito. Si no trabajas más tiempo y más duro que otros escritores, serán esos escritores los que consigan el éxito y no tú, porque nadie te debe nada, pero tú sí debes el mejor trabajo posible a tus lectores.
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Además, también suelen olvidar un corolario de la cita de Rusch: «Escribe. Escribe más. Mejora. Sigue escribiendo. Haz que tu obra inspire esa fiera urgencia del ahora», o lo que es lo mismo, escribe un libro tras otro, cada uno mejor que el anterior, hasta que sean tan buenos que los lectores no puedan pasarlos por alto.
Esta es una verdad como un templo de la que ya he hablado en varias ocasiones en esta bitácora. La mejor herramienta para vender un libro es escribir y publicar otro libro. Si confías en un único título para ganarte la vida escribiendo, estás frito. No dejes que nadie te venda la moto de lo contrario; cada excepción que encuentres tiene muchas horas de trabajo detrás y no puedes esperar conseguir esos resultados si no estás dispuesto a trabajar lo mismo o más.
Sé que esta postura no es popular, porque en el cerebro de todos los que aspiran a ser escritor el mito del novel de éxito está muy enraizado y muchos de ellos harán oídos sordos a cualquiera que quiera reventar ese mito. Lo sé, es un sueño muy bonito, pero en algún momento de la vida hay que despertar. A mí me ocurrió a los dos meses de comenzar con mi carrera, cuando me creía al amo del mundo por ser el número uno de mi categoría durante varias semanas. ¿Qué ocurrió? Que otro libro llegó al número uno y me caí. Como una tonelada de ladrillos.
En su momento, no podía entenderlo y más cuando ese libro siguió durante mucho más tiempo que yo en el número uno, vendiendo muchos más ejemplares de los que yo logré nunca. Me inventé varias justificaciones porque ¿acaso no era yo el nuevo fucking boss de la ciencia ficción en España? Que si el otro libro había hecho publicidad pagada, que si el otro libro era más largo y eso gusta más, que si el otro libro podía vender más pero se llevaba muy poco dinero…
Huelga decir que esa postura no es sana, pero me sirvió para hacerme despertar. Dejé de mirar a los demás para centrarme en mí mismo, poniéndome mis orejeras de burro para continuar con mi plan y mi objetivo de vivir de lo que escribo. Así fue cómo pude superar el mito del escritor novel de éxito, encontrándome con otro escritor novel con más éxito que yo.
Desde entonces, me he dedicado a escribir. Puede que no sea muy activo en la blogosfera del mundillo y no me explaye en comentarios en otras bitácoras, ni intercambie posts invitados con otros blogs. Puede que incluso parezca seco a veces, porque no cumplo las reglas de etiqueta de la web (y no sería el único, algún día contaré por qué dejé de creer en los premios tipo Liebster). Todo eso no importa, porque lo único que importa es seguir escribiendo, para convertir 2016 en el año del escritor y poder contar todas las historias que tengo en mente.
Historias que nadie va a escribir por mí.
Historias que solo yo puedo contar.
Igual que te ocurre a ti.
Vuelve a repasar la cita de Rusch.
Escribe. Escribe más. Mejora. Sigue escribiendo. Haz que tu obra inspire la fiera urgencia del ahora Clic para tuitear
¿A qué esperas para ponerte a escribir?
¡Feliz escritura!
Imagen: Mikhail Pavstyuk vía Unsplash.
Muy buenas reflexiones.
Me alegro que te hayan gustado. ¡Muchas gracias por pasarte y por comentar!