Creo que nadie duda ya de que nos encontramos ante un mundo nuevo, que nada tiene que ver con aquel en el que vivíamos antes. Y no me refiero solo a los temporales de nieve que dejan media España bajo un manto blanco o la pandemia que ha cambiado por completo nuestro modo de vida. Llevamos más de un año de hecho histórico en hecho histórico y creo que es hora de asumir esos cambios. Al fin y al cabo, el mundo lleva cambiando de forma brutal prácticamente desde que tengo uso de memoria, y ahora que me acerco al ecuador de mi cuarta década en este planeta, soy cada vez más consciente de esos cambios.

Puede que el hecho de ser abuelo me haga ponerme cada vez más en modo abuelo Cebolleta. Lo que estoy seguro es de que con la edad se adquiere perspectiva, y esta viene dada por la memoria. Olvidar lo que ha pasado antes solo hará que vuelvas a repetir los mismos errores. Sobre todo cuando estás dentro de esos cambios; ahí es cuando es más difícil abstraerse y observar con frialdad lo que ocurre a tu alrededor.

Por eso es bueno hacer memoria y recordar todo lo que ha cambiado. Tengo edad suficiente para recordar cómo era el mundo antes de internet y de que todo estuviera conectado. Recuerdo con cariño ese mundo y no es para menos; crecí en él y todo lo que soy está moldeado por aquellos años formativos, aunque entonces no me diera cuenta o lo negara. También tuve el privilegio de vivir en primera persona la transición desde la sociedad analógica de finales del siglo veinte a la sociedad digital e hiperconectada en la que hoy vivimos, primero con la generalización de internet y luego con los smartphones. Y eso también da perspectiva.

Esa perspectiva también se aplica a la escritura y la autopublicación. Hace veinte años, cuando internet todavía no estaba generalizada, la única forma de publicar un libro era conseguir un contrato con una editorial o autopublicarlo tu mismo mediante una imprenta poniendo todo el dinero de tu bolsillo. A no ser que tuvieras conocimientos de edición o pudieras permitirte contratar a alguien que los tuviera, el resultado siempre era inferior al de una editorial. La brecha entre profesionales y aficionados era demasiado grande, lo mismo que entre escritores y lectores. Y no hablemos ya de vender tu libro en librerías, un canal totalmente inaccesible si no formabas parte de la industria.

Hace diez años, esa brecha empezó a acortarse. Aunque ya existían otros aparatos similares antes, el Kindle de Amazon popularizó los lectores de libros electrónicos, y cada vez más gente descubría todas sus ventajas. La demanda de libros electrónicos para estos nuevos lectores aumentó y en cuanto Amazon abrió el programa de publicación de KDP a todo el mundo, la autopublicación en digital se convirtió en la mejor alternativa para llegar a los lectores. Por primera vez, no se necesitaban grandes conocimientos de edición para producir un libro, al menos en su versión electrónica. La consecuencia es que las brechas que mencionaba en el párrafo anterior empezaron a acortarse.

Hoy, esas brechas entre profesionales y aficionados, y entre escritores y lectores, han desaparecido por completo en la práctica. Una buena edición autopublicada es virtualmente indistinguible de un libro publicado por editorial, especialmente en su versión electrónica. En las versiones de papel esas diferencias todavía existen, pero son cada vez menores y, sobre todo, indistinguibles para el lector medio. Amazon sigue siendo el mercado más grande, pero hay muchas más plataformas en las que poder vender tus libros (Apple, Google, Kobo, Lektu…) e incluso se puede acceder al canal de las librerías sin necesidad de estar dentro de la industria.

Se ha avanzado mucho en estos años, tanto que la situación en 2021 poco tiene que ver con la de 2011 o incluso con la de 2016. Amazon ya está introduciendo la posibilidad de realizar ediciones en tapa dura bajo demanda en su plataforma, y cuando funcione para todos, caerá una de las últimas barreras que quedaban para los escritores autopublicados. Hemos avanzado tanto que a veces es necesario recordar de dónde venimos, para valorar lo que tenemos.

¿Cómo será todo dentro de cinco años? ¿O de diez? No lo sé, pero estoy deseando averiguarlo.

Ya sabes, ten mucho cuidado ahí fuera.

Imagen: Copernicus Sentinel (2021), ESA, CC BY-SA 3.0 IGO