Hay muchos escritores para los que escribir no es una tarea agradable. Dorothy Parker dijo aquella perla de «I hate writing, I love having written» que podríamos traducir como «Odio escribir, pero me encanta haber escrito». Seguro que puedes identificarte con esa situación, yo lo he hecho. Pero parte de una premisa errónea: que escribir es algo IMPORTANTE y por tanto, debe costarte y debe tomarte mucho tiempo. ¿Cómo vas a escribir algo bueno si te diviertes haciéndolo y solo has estado una hora?
Piensa en lo estúpido de esa premisa. A los lectores les da igual si has tardado dos semanas, dos meses o dos años en escribir tu novela, lo que quieren es que les transporte a otro lugar durante el tiempo que están leyendo. Revisa las grandes novelas de la literatura: encontrarás grandes obras que han tardado años en ser escritas y otras que lo están en un mes o menos. ¿De dónde viene esa premisa, entonces? De que los escritores somos seres inseguros y no sabemos si la historia que acabamos de parir conseguirá el efecto que hemos deseado, así que nos ponemos la venda antes de la herida: «Oh, solo es una tontería que hice en una semana».
Tontería es pensar que escribir despacio hará que escribas bien. La calidad de una historia no se mide por las horas invertidas, pero sigue siendo un baremo que impresiona a aquellos que no saben. «Llevo años trabajando en mi novela» es una frase que te convierte en un escritor de prestigio, así por las buenas. Pero encierra la trampa de que hace a la historia IMPORTANTE y no lo es. Lo realmente importante es el proceso: el escritor escribe, y cuando termina una historia empieza con la siguiente. Todo lo demás es literatura, y nunca mejor dicho.
Lo importante es el proceso, la práctica y convertirlo en el momento culminante de tu día. Con el reto de 365.000 palabras para 2021 que me he planteado, la única forma de conseguirlo es convertirlo en un premio. Y es por eso que es lo primero que hago cada día. En The One Thing Gary Keller habla de concentrarte en la cosa que más importa para llegar a tu objetivo y que el éxito se consigue a base de pequeños pasos que producen grandes efectos. Es lo que hago al dedicar las primeras horas de mi dia a la escritura y, además, las convierto en mi pequeño oasis antes de que el día se vaya gloriosamente a la mierda. Mientras escribo, solo estoy yo y mi historia, porque el resto del mundo duerme. Cuando he terminado, ya me da igual lo que traiga el día. Yo he cumplido y he disfrutado.
No voy a lanzar las campanas al vuelo. Solo llevo catorce días con este reto y me quedan todavía trescientos cincuenta y uno, pero de momento, va bien, muy bien. Y esto es porque este reto pone en primer lugar el proceso, la escritura diaria y deliberada. Cuando acabe esta historia, me pondré con otra, y así todos los días del año (crucemos los dedos) hasta alcanzar el objetivo deseado. Cuando acabe el año 2021, veremos los resultados que, si cumplo con el reto, por mi parte serán varios libros nuevos puestos a la venta.
Porque así funciona cuando el proceso se convierte en lo importante. Escribes, publicas y repites.
Sigue siendo un objetivo ambicioso, así que he puesto en marcha todos los mecanismos para ayudarme a conseguirlo, y lo bueno es que todos ellos son estrictamente mentales. Porque es en tu cabeza donde debes ganar la batalla antes de enfrentarte a la hoja en blanco. Si no vences los mitos que tenemos todos arraigados sobre la importancia de la escritura, no puedes enfrentarte a un reto como el que me he propuesto. Y para vencer esos mitos no hay nada como escribir rápido.
Escribir despacio no te garantiza que escribas bien. Escribir rápido tampoco, pero al menos te garantiza una cosa: que tu voz crítica se calla. Es esa vocecita en tu cabeza que te compele a revisar de nuevo lo que has escrito, a buscar el adjetivo preciso, a recortar esa subordinada. Esa vocecita que debes aniquilar si quieres avanzar en la escritura y para ello debes darte un permiso muy importante.
Permiso para apestar
Fíjate que llevo un buen rato hablando de las bondades de escribir rápido, pero no voy a insistir en ello ahora, sino en otra cosa: escribir rápido implica que te estás dando permiso para apestar. Lo que vas a escribir no tiene porque ser necesariamente lo que termines publicando, da igual que sea «malo», que además es algo que deben decidir los lectores y no tú. Otra de las grandes máximas de la literatura es que «escribir es reescribir», así que puedes corregir cualquier error que cometas en tu primera versión.
Porque he decidido eliminar el uso de la palabra «borrador» para los libros. Debí hacerlo la primera vez que leí a un escritor en su blog hablar del octavo borrador (y no era el último). No, cuando haces eso estás volviendo a hacer IMPORTANTE a tu libro; recuerda, lo importante es el proceso. Y en el proceso que he desarrollado hay tres versiones de tu historia. Solo tres, ni una más. ¿Recuerdas la frase del escritor que lleva años trabajando en su novela? Pues no puedes pasarte años corrigiendo, por mucho que quieras; llega un momento en que la ley de los rendimientos decrecientes entra en escena y el tiempo que inviertes corrigiendo tu libro no aportará nada sustantivo al mismo. Ahí ya estás perdiendo tiempo, y el tiempo es el único recurso con el que cuentas.
Escribir es reescribir, pero no reescribir hasta el infinito.
Volvamos a las tres versiones, porque a los escritores nos encanta que nos den el sistema mágico para escribir. Por supuesto, ese sistema no existe ni existirá jamás; cada escritor es diferente y este proceso que he desarrollado es válido para mí, aunque puede que te sirva como base para desarrollar tu propio proceso. La primera versión es aquella en la que cuento la historia, en la que trato de escribir rápido y para ello soy muy consciente de que tengo permiso para apestar; todo se puede remediar más adelante y no hay nada que no tenga arreglo, aunque en el momento parezca lo contrario.
Para escribir rápido, hago sprints de escritura de quince minutos, en los que me dedico únicamente a eso. No me paro para buscar en internet las dudas que me surjan, ni reviso capítulos anteriores por que no me acuerdo del color de los ojos del personaje. Cuando me ocurre eso pongo un [REVISAR] que tengo puesto como reemplazo automático y sigo escribiendo. Se trata de no perder inercia y seguir escribiendo, ¿o ya no te acuerdas de las leyes del newton creativo?
Cuanto más rápido escribes, aunque parezca paradójico, mejor escribirás, y es algo que puedes entrenar. Siéntate todos los días con mentalidad de convertir tu escritura en una práctica deliberada y conseguirás el mismo efecto que si vas al gimnasio. Lo que haces al escribir rápido es quitarte de en medio y dejar que tu inspiración tome las riendas. A mí me ocurrió cuando participe en el NaNoWriMo en 2014. Llegué al último día del reto —recuerdo que era un domingo—, y tenía que escribir no recuerdo si cuatro o cinco mil palabras. Me puse esa tarde a escribir, sin mirar atrás y el resultado es que alcancé el reto antes de la medianoche. Pero lo sorprendente es que esos capítulos que escribí fueron los que más me gustaron del libro —Proyecto Armagedón, por si te pica la curiosidad—, y apenas tuve que corregirlos. Lo que salió fue prácticamente lo que se publicó. Es lo que pasa cuando aniquilas la vocecita crítica que comentaba antes.
De esta forma, escribiendo rápido y sin mirar atrás, es como —cruzo los dedos— espero terminar el manuscrito de La Guerra del Ayer. Porque solo cuando lo haya terminado y haya puesto la palabra fin, puedo ponerme con la segunda versión. Aquí es donde corrijo todos esos [REVISAR] que he ido marcando. Meto descripciones, soluciono problemas de continuidad y arreglo errores estructurales de la historia si los hay. Aquí dependerá de cómo se haya desarrollado la primera versión, y habrá partes que tenga que trabajar más que otras, como es natural. Pero lo importante es que trabajas sobre una historia terminada. Eso te da impulso para seguir hasta la tercera versión.
En la tercera versión, me dedico a corregir la historia desde el punto de vista formal. Aquí es donde me preocupo de las faltas de ortografía, eliminar repeticiones, enriquecer vocabulario si es necesario y meterme a ese tipo de detalles lingüísticos. De esta forma, dejaré mi libro lo más pulido posible antes de continuar con el proceso de autopublicación. Si te fijas, cada versión tiene un objetivo. En la primera versión, se trata de escribir y, sobre todo, terminar la historia. La segunda versión busca editar esa historia para que quede lo más redonda posible y eliminar las aristas que puedan lastimar al lector. La tercera versión busca corregir esa historia y que esté bien escrita.
El último paso de mi proceso es apuntar el tiempo y las palabras que he escrito en mi viejo cuantificador, que me da sorpresas como que si sigo con el ritmo actual, completaré el reto a finales de octubre, con dos meses de margen. En cualquier caso, yo no miro más allá del próximo día, pero esos vistazos al futuro también animan. También tengo un plan en Pacemaker que utilizo para hacer capturas y compartir en Twitter, como esta.
Las matemáticas son muy puñeteras, no te engañan; y me dicen que si escribo mil palabras de media al día, cada día, tendré 365.000 palabras al acabar el año. Si no te gustan las palabras, puedes medir en carácteres o en páginas, el resultado es el mismo. Esas 365.000 palabras dan para muchas historias y estoy deseando escribirlas. Solo por esa ilusión, merece la pena meterse en un reto de este tipo, así que te invito a que formules tu propio reto de escritura y lo hagas público. Porque de nada sirve llevarlo en secreto.
¿Te animas a compartir tu reto?
Ya sabes, ten mucho cuidado ahí fuera.
Me animo a compartir mi reto: Me reto a mi mismo a publicar mi novela en junio de este año. No puedo decir cuantas palabras, caracteres o páginas voy a escribir diariamente, pero sí puedo afirmar positivamente (no se si se puede afirmar negativamente), que en Junio autopublicaré mi novela.
Ahí queda.
¿Qué, los demás?
¡Muy bien, Pau, así se hace! A ver quién más se anima a compartir sus objetivos para 2021.