Después de una semana de ausencia estoy de vuelta. No sé si alguien me habrá echado de menos, pero voy a dar algunas explicaciones para mi ausencia. Que nadie las pida es lo de menos, al fin y al cabo esta es mi bitácora y escribo lo que quiero.

Uno de mis objetivos para este trimestre es acumular una cierta cantidad de entradas para tener un colchón de publicación, como expliqué aquí, y uno de los motivos era evitar semanas sabáticas como la que acaba de terminar. El motivo primordial para esas semanas es que, por la razón que sea, no he llegado a tiempo para escribir la entrada que toca para ese día. Desde que empecé a publicar martes y viernes, he sido bastante regular y a eso ha ayudado que sea una cita fija a la semana.

He tenido varios patrones de publicación en estos años y ha sido este, después de tanto tiempo, el que parece que mejor me funciona, o al menos con el que más cómodo me siento. En muchas ocasiones, el hecho de saber que cada martes y cada viernes toca entrada, apetezca o no apetezca, ha sido el único motivo para ponerme frente al ordenador y escribir y programar la entrada correspondiente. No quería romper la cadena de publicación que ves en la imagen superior, el truco Seinfeld para fomentar la productividad.

Y sin embargo, la he roto no una, sino dos veces, por la sencilla razón de que uno no es una máquina y a veces ni el hábito más arraigado logra arrastrarme ante la pantalla, sea por motivos externos (muchos más de los que puedo contar aquí) o por motivos internos (la Resistencia, principalmente). Pero uno ya va siendo perro viejo, así que tenía previsto esos parones y los convertía en semanas sabáticas. Si veo que no llego a escribir el post que toca el martes me tomo la semana completa sabática. Tan simple como eso.

De esa manera, puedo llenar de nuevo la pila de creatividad bloguera sin sentirme forzado. Además, no es algo que pueda decidir cada vez que me apetece —créeme, muchas semanas serían sabáticas si no me forzara—, tiene sus propias reglas establecidas por mí. Puedo tomar una semana sabática por cada trimestre del año, ni una más. La que acaba de terminar es la del segundo trimestre, así que no puedo tomarme otra como mínimo hasta julio. Con ello tendré un máximo de cuatro semanas sabáticas al año, lo que viene a ser el mes de vacaciones que en otros blogs se toman seguido. La única diferencia es que yo lo hago por partes.

Porque esta bitácora no parará durante los meses de verano (invierno en el hemisferio sur donde resido), por mucho que tradicionalmente sean una época de vacas flacas para las visitas y páginas vistas. Dado que mi objetivo con esta bitácora no es ese sino, te recuerdo, compartir con sinceridad el estado de mi carrera y lo que aprenda de este oficio, esos parámetros son secundarios. Por eso nunca me oirás hablar de las visitas diarias que recibe esta bitácora o el número de páginas vistas. Ese no es su objetivo y no se llama Confesiones de un escritor por casualidad.

Aunque las entradas de «baños de realidad» como las definió Enrique seguirán apareciendo, las que definen esta bitácora y le dan razón de ser son aquellas como esta en las que me siento a tu lado y me confieso. Y no solo las escritas en primera persona, sino las más «técnicas» como los balances mensuales, las entradas de objetivos o la trastienda. En todas ellas hago honor al nombre de esta bitácora y me confieso ante ti, contándote cómo va mi carrera y por qué tomo las decisiones que tomo. Equivocadas o acertadas es lo de menos, lo importante es el camino.

Y como decía Tolkien, el camino sigue y sigue. Nos leemos el próximo viernes.

¡Feliz escritura!

Imagen: Julentto Photography vía Unsplash.