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El último mes y pico he estado totalmente absorbido leyendo la biografía de Robert A. Heinlein en dos volúmenes escrita por William H. Patterson, Jr. Heinlein es uno de mis escritores favoritos desde que fui lo bastante mayor como para elegir lo que quería leer, y llevaba mucho tiempo con el ojo puesto en esos dos libros. A finales de noviembre, por fin estaban a un precio normal en Kindle, así que los compré al instante y he quedado encantado.
Una de las cosas que me ha sorprendido más, aunque no debería, es que la literatura no fue la primera elección en la vida de Hainlein, pues habría desarrollado una gran carrera en la Marina de los Estados Unidos si su salud no se lo hubiera impedido. La segunda elección fue la política, donde participó de forma activa durante casi toda su vida. De hecho, fue candidato en 1938 a la Asamblea Estatal de California, aunque no lo consiguió, por suerte para todos.
Por aquella época, la paga que le quedó como oficial de la Marina les daba a él y a su mujer Leslyn para vivir pero con pocos lujos. Tras su fracasada intentona en política, Heinlein tenía que buscar otras formas de ingresos para complementarla. Las revistas pulp fueron la oportunidad.
Desde pequeño, Heinlein había devorado todo tipo de libros y H.G.Wells era uno de sus autores preferidos. Era un lector bastante asiduo de las revistas pulp, y a lo largo de su carrera en la Marina y en el mundo de la política, había tenido oportunidad de escribir textos de todo tipo, aunque nunca ficción. En 1939 envió la historia Life-Line a Joseph W. Campbell y este la compró para publicar en Astounding Science Fictión por 70 dólares, iniciando una relación que duraría décadas.
Durante los siguientes dos años, Heinlein siguió escribiendo y publicando historias, labrándose una reputación en el naciente mercado de la ciencia ficción y ganando bastante dinero. Pero tras el ataque de Pearl Harbour en diciembre de 1941, los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial, y él, junto a otros escritores de CF como Asimov y Sprague de Camp, se unió al esfuerzo bélico dejando su carrera literaria de lado.
Al terminar la guerra, Heinlein volvió a escribir, recuperando poco a poco el nivel de producción e ingresos que tenía antes de 1941. A esa nueva estabilidad ayudó su tercer matrimonio con Virginia Heinlein, que sería su compañera en todos los sentidos hasta el final de sus días. Robert también pasa de los relatos cortos a los libros, comenzando su famosa serie de libros juveniles con Rocket Ship Galileo, que le serviría para darle una mayor estabilidad económica que los relatos que vendía en las revistas pulp primero, y luego en publicaciones más tradicionales.
Tropas del espacio, Forastero en tierra extraña, La Luna es una cruel amante, Tiempo para amar, El número de la bestia, Viernes o El gato que atraviesa las paredes son solo algunas de las 32 novelas que publicó a la largo de su vida. Junto a 59 historias cortas y doce recopilaciones, forman un corpus de trabajo que ha influido en lectores de todo el mundo y que ha trascendido géneros. En vida, Heinlein pudo disfrutar de las mieles del éxito, pero después de su muerte su legado sigue vivo, pues ninguno de sus libros ha sido descatalogado y siguen vendiéndose.
Pero lo que más me ha gustado de la vida de Heinlein cómo todo por lo que pasó sigue siendo aplicable hoy en día. Y no me refiero a las famosas reglas de Heinlein, que he citado varias veces en esta bitácora, sino a su profesionalidad y cómo afrontó su vida y su carrera.
Heinlein siempre consideró su oficio de contador de historias como una forma de enseñar a sus lectores y de hacerles pensar sobre cuestiones que consideraba importantes. Basta con leer Tropas del Espacio para ver que Robert lo consiguió, y que también fue capaz de conectar con el sentimiento de una generación con el mítico Forastero en tierra extraña. Si la historia de Valentine Michael Smith no te hace reflexionar, deberías hacértelo mirar.
Después de leerme estos dos volúmenes, a mi admiración por el Heinlein escritor se une la empatía con la persona. No tuvo una vida fácil y todo lo que consiguió lo hizo a base de esfuerzo y trabajo. Tuvo que pelear con diferentes enfermedades desde los veinte años hasta que murió, pero nunca dejó que eso le distrajera de lo realmente importante: los seres queridos, la familia y los amigos.
Aunque pasó hambre de pequeño y estuvo en situaciones económicas muy delicadas ya de mayor, eso no le convirtió en un tacaño. Siempre que se lo pudo permitir, ayudó a sus amigos y familiares en dificultades financieras, donó decenas de miles de dólares a diversas causas como la donación de sangre, los veteranos o la carrera espacial, y no se dedicó a acumular dinero por acumular, sino que disfrutó sus ganancias realizando viajes por todo el mundo.
Sí, de mayor quiero ser como Robert A. Heinlein.
Mañana, más. ¡Feliz escritura!