
Vamos a hacer un trato: si eres de esas personas que no le gusta leer textos pesimistas, mejor deja de leer ahora mismo y busca otro blog que te alegre el día, porque puede que no te guste lo que hay en estas líneas. Vaya por delante que sí, que hay motivos para la esperanza, pero la realidad es que 2020 ha sido un año de mierda que nos ha dejado muy jodidos, y es bueno reconocerlo.
Yo veo a la sociedad actual como la foto que encabeza este artículo, con un edificio cayendo y todo el mundo haciendo fotos y selfies para compartir en redes sociales. La diferencia entre esa foto y la realidad es que no hay una distancia de seguridad entre el edificio y la gente, aquí los escombros nos están cayendo encima a todos. De verdad, parece que no somos conscientes del momento histórico que estamos viviendo, con todo el planeta afectado por una pandemia mortal, que ha destruido millones de vidas y arruinado muchas más.
Hasta cierto punto, esa ceguera me parece comprensible. Todos estamos —yo el primero— deseando volver a la normalidad. El problema es que la normalidad no regresará jamás. El mundo que conocíamos antes de 2020 ha desaparecido para siempre. Muchas industrias que ya estaban tocadas antes de la pandemia, y sobrevivían por pura inercia o por obscenas subvenciones gubernamentales, están hincando la rodilla y luchando de forma literal por una supervivencia muy complicada.
La prensa escrita es un ejemplo que conozco de cerca, con un modelo que ya no se sostiene, y después del COVID-19, menos todavía. El turismo y la hostelería han sido tocados de muerte, y la recuperación va a ser muy lenta y dolorosa. No sabía de la situación del transporte aéreo, pero me parece otro ejemplo perfecto de cómo somos capaces de sostener lo insostenible. Y así con todos los sectores, incluyendo la industria editorial.
Aquí podemos distinguir perfectamente entre la industria editorial tradicional y el colectivo de autores autopublicados. En el primer caso, nos encontramos con un conglomerado industrial que en Estados Unidos está caminando cada vez más a un monopolio, tras la compra de Simon&Schuster por parte de Penguin Random House. Hay muchos sellos, agrupados en muy poquitas casas editoriales, con lo que ello conlleva de falta de competencia y posibles colusiones de precios. Esto último, no lo olvidemos, ya lo hicieron a principios de la década pasada cuando se unieron a Apple para subir artificialmente los precios de los libros electrónicos. Y puede volver a pasar.
En España, la situación de la industria editorial no es mucho mejor. En la primera ola, tuvieron caídas de facturación de cerca del 80% y la mitad de las empresas del sector se acogieron a los ERTE. Aunque las previsiones han mejorado en esta segunda ola, se sigue hablando de pérdidas de facturación por encima del 20%, cifras que en una economía normal serían preocupantes, pero que en una dominada por el coronavirus pueden ser letales. De hecho, lo están siendo en otros países hispanohablantes como Argentina; cuando las barbas de tu vecino veas cortar…
Todos estos casos que vengo citando tienen características comunes: grandes industrias, con una gran inercia burocrática, ancladas en el antiguo modo de hacer las cosas e incapaces de reaccionar de forma ágil a las nuevas circunstancias del mercado. Con todas las excepciones y matices que quieras añadir, pero básicamente es lo que hay.
En el caso de los autores autopublicados, es muy diferente. Normalmente somos empresarios individuales, con mayor libertad para gestionar precios y catálogo, no estamos atados a ningún calendario editorial salvo el que pactemos con nuestros lectores y, lo más importante de todo, no debemos rendir cuentas trimestrales ante ningún consejo de dirección.
Además, los escritores autopublicados nos centramos en el libro electrónico, que es donde está el beneficio y el futuro, mientras que el libro en papel va quedando para nichos especificos. Y antes de que me ataquen los defensores del papel, aclaro que esto no significa que desaparezca, solo que debe reconvertirse. Las tiradas masivas de ediciones de bolsillo desaparecerán, porque no hay ventas, los canales de distribución no son lo que fueran y eso hace que sean más rentables los libros electrónicos. Pero géneros como los librojuegos, las ediciones en tapa dura o ediciones limitadas de coleccionista seguirán existiendo siempre, por citar solo algunos ejemplos de la longevidad del papel.
Pero el negocio de los libros electrónicos es el que va a mover la industria en el futuro. Solo en lo que va de este mierdoso 2020, Kindle Unlimited ha repartido más de 300 millones de dólares en regalías para los autores. Y eso no cuenta con las ventas ordinarias de libros electrónicos ni la de aquellos libros fuera del programa. Se trata de un mercado multimillonario, dominado en su mayoría por Amazon, pero en el que hay otros actores importantes que permiten una tibia competencia, como Apple, Google o Kobo. Hay mucha pasta para ganar en la autopublicación y eso es porque es uno de los entrenimientos más baratos y disponibles que hay, ideal para estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir.
Sí, los escritores autopublicados estamos jodidos, pero no tanto como podríamos estarlo. Por mi experiencia y la que hablo con otros autores, el coronavirus no ha tenido un impacto discernible en las ventas e ingresos. Quien vendía bien ha seguido vendiendo bien (con los lógicos altibajos estacionales, que cada autor experimenta de forma diferente), y quien vendía poco sigue vendiendo poco.
Sin embargo, los escritores seguimos siendo personas. Como tales, una catástrofe de este calibre nos afecta. Puede que hayas perdido a alguien cercano, puede que en tu trabajo alimenticio hayas sufrido un ERTE o puede que la incertidumbre por el futuro no te permita concentrarte en la escritura. En esto te digo que no estas solo, sola, sole o como mierdas quieras decirlo. Tanto yo como otros escritores autopublicados estamos peleando cada día para salir adelante. Para algunos, la escritura es una buena parte de sus ingresos. Otros, como yo, estamos trabajando para ello, y para volver a ser lo que una vez fuimos.
El futuro asusta y el presente no admite demoras. Cuando tienes que preocuparte por traer dinero a casa cada mes, es normal que no consigas concentrarte y escribir. Como en todo, hay que hacer sacrificios para sacar tiempo de donde no hay, y hay que trazar un plan para conseguirlo.
De eso hablaré la semana que viene. Mientras tanto, tén mucho cuidado ahí fuera.
Imagen: Micah Williams en Unsplash
Muy de acuerdo contigo en que en el futuro solo se publicarán en papel libros específicos como los ilustrados.
La verdad, llevo años pensándolo 🙂
Un saludo.
Tienes toda la razón, Adella, al fin y al cabo es una evolución lógica. El papel es un formato que tiene muchísimas ventajas y que seguirá siendo ideal para determinados productos cada vez más de nicho, pero su uso para consumo masivo desaparecerá, por pura lógica del mercado.