El otro día leía una consulta en un grupo de Facebook sobre si merecía la pena publicar con una editorial. Muchas de las respuestas hablaban sobre cuánto les había costado publicar a ellos.
La verdad, dudaba si meterme en la conversación o dejarlo por imposible, ya que pensaba que cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de algo muy evidente.
Una editorial de verdad te paga por publicar tu libro (aunque sea poco). Si tienes que pagar para que te publiquen (aunque sea poco) no es una editorial, es una imprenta.
Si como escritor no te grabas esa verdad a fuego, te expones a perder mucho tiempo y dinero. Porque saber verdades como esa es la diferencia entre un profesional y un aficionado.
Una de tantas.
Un escritor profesional cobra por lo que escribe, sea a través de royalties o por adelantado. Un aficionado no cobra y puede que hasta pague para que lo lean.
Un escritor profesional vende su obra en mercados profesionales, como pueden ser editoriales o plataformas como Amazon o Lektu. Si no vendes en mercados profesionales y te limitas a vender a través de tu web o regalar tu obra, eres un aficionado con ínfulas.
Un escritor profesional trabaja (si así lo decide) con editoriales. No trabaja con imprentas y se autoengaña pensando que son editoriales.
Y así podríamos seguir un buen rato, pero creo que ya te has hecho una idea.
En fin, cuanto más llevo en esto más compruebo que es verdad lo que decía Mike Resnick: «La escritura, la actuación y la prostitución tienen algo en común: siempre hay aficionados con talento que intentan hacerse profesionales».
El problema es cuando no saben, o no quieren ver, la diferencia.
Mañana, más. ¡Feliz escritura!
Imagen: Mehrshad Rajabi en Unsplash