Creo que todos los escritores noveles hemos intentado jugar con el lenguaje, crear complicadas estructuras lingüísticas que dejen boquiabiertos a nuestros lectores y demuestren nuestra habilidad con las palabras.

Yo lo hacía al principio, luego he ido simplificando mi prosa y creo que ha sido para mejor.

Porque los lectores no quieren trabajar. 

Si recuerdas lo que dije el otro día, tu trabajo es entretener al lector. Sumérgelo en una historia atrayente y haz que se olvide del mundo real por un rato.

Pero si en lugar de eso te dedicas a hacer malabares con el lenguaje, de forma que tenga que repasar lo que acaba de leer para entenderlo, no estás haciendo tu trabajo. 

Todo eso podrás hacerlo más adelante, cuando los lectores te conozcan. Si tu nombre es James Joyce, la persona que te va a leer ya está más que predispuesta a poner de su parte para entender lo que estás escribiendo. Si no te llamas James Joyce, no escribas como él. 

Mejor concéntrate en crear una buena historia y transmitirla con un lenguaje claro, en el que el lector pueda sumergirse y olvidar que está leyendo. Quizá puedas insertar alguna floritura por el camino, pero no lo conviertas en una costumbre.

Los lectores te lo agradecerán.

Mañana, más. ¡Feliz escritura! 

Imagen: Rhett Wesley en Unsplash