En esta última entrada de enero iba a hablar de cómo va el reto de las 365.000 palabras (muy bien, gracias por preguntar). Lo que pasa es que me he dado cuenta que si lo hago el próximo lunes, coincide con el 1 de febrero y puedo hablar del mes completo y no haciéndolo hoy que solo podría hablar de los primeros 27 días del mes. Así que sigo practicando la flexibilidad y adaptando mi plan a las circunstancias. Al fin y al cabo, tampoco tengo que morirme por sacar una nueva entrada de «Cómo autopublicar tu libro en 2021» todos y cada uno de los lunes. No es tan terrible si cambio el orden según vaya necesitando.

Y lo voy a necesitar porque aunque empecé muy bien, ando un poco apurado con plazos de entrega en los trabajos alimenticios y eso repercute en la escritura, tanto en La Guerra del Ayer como en esta bitácora. No pienso dejar que afecte a mis objetivos; sin embargo, debo acomodar mis tiempos de la forma más eficiente para conseguirlos. Normalmente, eso significa restar horas de sueño por la mañana o por la noche, pero eso puedo hacerlo solo durante una determinada cantidad de días antes de que mi cuerpo y mi mente digan «’Basta!».

En fin, no te preocupes mucho por eso, son solo divagaciones de un escritor que le encantaría tener tiempo para perder, y hace mucho que no lo tiene. Así es la vida.

De lo que sí quiero hablar hoy es de números. Porque aunque soy de letras, admiro profundamente a la gente que trabaja con ellos. Y precisamente porque soy de letras, me gusta aplicar los números a la escritura cuando es posible. El reto de las 365.000 palabras parte de esa premisa y lo mismo ocurre con esta entrada de Ilona Andrews, el pseudónimo bajo el que se esconde un matrimonio de escritores estadounidenses.

Si no tenéis problemas para leer en la lengua de Shakespeare, os animo a leerlo antes de continuar. Si no es así, os lo resumo. Básicamente, este matrimonio contesta a preguntas de sus lectores y cuando le preguntan si sacará más títulos con las grandes editoriales, explica que ellos llevan un negocio, por lo que deben fijarse en los números. Y aquí tienes la primera enseñanza que debes sacar: si tu carrera es un negocio, tienes que prestar atención a los números. Puedes tratarla como una pasión, como un pasatiempo, como lo que quieras, pero desde el momento en que empieces a pensar en ella como negocio, hacer números es imprescindible si no quieres que te la claven las editoriales.

Sí, esa entrada de Ilona Andrews demuestra cómo hasta los autores publicados por editoriales tradicionales están descubriendo que estas ya no son imprescindibles para llegar a su público. Es cierto que Ilona Andrews es una «escritora» establecida, por lo que sus números no pueden aplicarse a la mayoría de escritores autopublicados, pero sí la verdad que transmiten. Y la verdad es que las editoriales se llevan un 75% del beneficio que generan los libros. Para siempre.

También es verdad que las editoriales arriesgan su dinero cuando publican libros. Pagan avances a los escritores, se encargan de todos los gastos asociados al diseño e impresión del libro y se ocupan de distribuirlo y también tareas de publicidad y marketing. Hasta hace unos años, publicar con editorial era el único modo de llegar al público, ya que los gastos de creación de un libro eran muy altos y a la distribución solo podían entrar las casas editoriales. En aquel momento, los números tenían sentido, pero ya no.

Cualquier escritor independiente con un poco de ingenio puede conseguir versiones impresas en tapa blanda y tapa dura de sus títulos gracias a la impresión bajo demanda. También puede ponerlos a disposición de las librerías y, si sabe cómo y está dispuesto a invertir tiempo y dinero, meterse en los canales de distribución. La publicidad y el marketing se realizan ahora en las redes sociales, en las que cualquiera con dinero puede crear su anuncio.

Por tanto, ¿qué pueden ofrecer las editoriales? Lo único que pueden argumentar es el avance que se da a los autores, y cada vez tiene menos sentido. Citando los números que ofrece Ilona Andrews en su artículo (insisto, números de autor consagrado), pongamos que reciben 100.000 dólares de avance por un libro que se vende a 4,99 dólares y que venden 30.000 libros en un año. Con una editorial, recibirían 26.100 dólares, algo más de una cuarta parte del avance. Autopublicando su libro, ganarían 104.700 dólares. Los números no engañan.

Además del tema de los números, yo añadiría que una editorial, recibirás tus regalías una o dos veces al año como mucho, y que no tendrás modo de contrastar las ventas reales de tus libros, limitándote al informe que te mande la editorial. En cambio, si autopublicas tu libro, cobras cada mes de forma religiosa, y aunque tampoco puedas contrastar ventas, puedes acceder a ellas cuando quieras y descargar los datos para estudiarlos si lo deseas.

Ya sé qué estáis pensando todos. «Sí, Miguel Ángel, lo que tú digas, pero seguro que sí viene Planeta (o la editorial que más te guste) con un contrato de cinco cifras se lo firmas». Pues mira, no sé si lo firmaría o no, porque antes de eso tendría que hacer números. Para que una editorial me ofreciera un contrato de ese tipo, es porque yo ya estoy vendiendo suficientes unidades por mí mismo. Con mis cifras actuales de venta, es normal que nadie me ofrezca nada. Pero si la situación fuera otra, esa editorial tendría que darme poderosas razones para aceptar.

¿La distribución? No tengo ambición por llegar a las librerías, pero si realmente quisiera, llegaría a acuerdos con las pequeñas librerías de mi ciudad para ayudarlas. Y eso solo cuando yo pudiera generar ventas que lo justifiquen, antes es tontería. ¿La publicidad? Pudiendo anunciarme yo mismo en Amazon o Facebook no necesito más publicidad. ¿El prestigio? Pues mira, tampoco me interesa. Mi objetivo/sueño es ganarme la vida con mis libros, no ganar el premio Cervantes, Planeta o Nobel.

Por tanto solo se me ocurre un argumento: el dinero. Ahí es donde tocaría hacer números, porque como yo sabría perfectamente lo que gano con mis libros en un año, mucho me tendría que ofrecer la editorial para entregarle un 75% del beneficio, amén de los derechos de mis libros y el control que tengo sobre ellos. Porque cuando los números no salen, da igual lo que intentes.

Así que si estáis en una situación parecida o lo vais a estar, haced números. Ellos no os engañarán.

Ya sabéis, tened mucho cuidado ahí fuera.