Cuando hablé de mis objetivos para este primer trimestre, afirmé que las redes sociales no estaban ayudándome a conseguirlos. Esto. que parece haber sorprendido a algunos es solo una consecuencia del razonamiento que llevo realizando desde hace ya un tiempo y que la lectura de Deep Work me ha servido para terminar de madurar. Voy a definir todavía más esa frase, para que no haya lugar a confusiones: las redes sociales no me ayudan a lograr mis metas. Esto es una verdad incuestionable, dado que es totalmente personal e intransferible y ningún argumento podrá convencerme de lo contrario. Por supuesto que tu caso puede variar, pero esta es mi bitácora y he venido aquí a hablar de mi libro.

En realidad, no, claro está. Vengo a hablarte de esa verdad incuestionable que es mía y que deseo compartirte; puede que te resulte de ayuda para hallar tu propia verdad.

Para empezar, aunque la RAE los considere casi sinónimos, yo diferencio entre metas y objetivos. Objetivos son los que te comenté hace unos días, y son mensurables, tangibles y fáciles de validar. O los consigo o no los consigo. Son binarios, sí o no, no hay medias tintas ni estimaciones subjetivas. En cambio, las metas son diferentes, mucho más amplias y definen aquello que quiero en un sentido general, como meta ideal. También podría considerarlas una brújula que me indica el camino a seguir y me guía cuando tengo que tomar decisiones.

En otras palabras, las metas hacen que mire al horizonte, mientras que los objetivos son los pasos que doy para llegar a ese horizonte.

(Tranquilo, todavía falta para que llegue a lo de las redes sociales, un poco de paciencia).

Todo esto es algo que llevaba mucho tiempo dentro de mí y no fue hasta la lectura de Deep Work que me decidí a ponerlo en práctica. Si recuerdas, en octubre escribía sobre la diferencia entre controlar e influir, en aquella ocasión muy enfocado a los libros. Ese mismo ejercicio tenía que hacerlo con respecto a mis objetivos y mis metas, aunque entonces no distinguía unos de otras.

Durante mucho tiempo me puse el objetivo y usé el lema de «Escribo cosas y aspiro a vivir de ello». Me pareció y me sigue pareciendo algo original, ya que no muchos escritores independientes pueden presumir de vivir de lo que escriben. Yo quería ser uno de ellos y qué mejor que anunciarlo a los cuatro vientos con aquella declaración de intenciones. El problema es que la parte de vivir de lo que uno escribe no es tan fácil y por mucho que me considere preparado mentalmente, no dudo que en mí puede haber tenido algún efecto inconsciente el hecho de que lleve tres años publicando y no pueda todavía ni soñar en vivir de mis libros.

Y no necesito ayuda de mi mente para hundirme. Ya puedo hundirme yo solo, gracias.

El caso es que tenía que cambiar esa meta y plantearme algo más realista, que pudiera controlar plenamente y que no se convirtiera en una fuente indeseada de frustración. Hace un mes, tomé un cuaderno y un bolígrafo y me puse a escribir, pensando realmente qué es lo que quería como escritor y lo cierto es que no me tomó mucho tiempo llegar a una conclusión muy satisfactoria:

Mi meta como escritor es escribir las mejores historias que sea capaz de crear, terminarlas y publicarlas.

En esa frase se encierra lo que quiero y lo que creo en este oficio. Hay que darlo todo de uno en cada historia, intentando que cada una sea mejor que la anterior. Hay que terminar las historias, porque nadie te recordará nunca por un fragmento, sino por una historia completa. Y hay que publicar las historias, porque de lo contrario nada de esto tiene sentido; si solo escribiera para mí mismo, ten por seguro que no estarías leyendo estas líneas ni sabrías nada de mí.

Esa es mi meta, y para alcanzarla me marco objetivos y también estrategias, que es el paso intermedio entre la primera y los segundos. Las estrategias son las directrices que me llevan hacia mi meta y cada objetivo que me planteo debe estar inscrito en ellas; si no es así, esa es la señal de que no es un objetivo que me convenga o me ayude a conseguir mi meta. Estas son mis estrategias para alcanzar mi meta:

  • Aprenderé constantemente sobre el arte de contar historias.
  • Desarrollaré y mejoraré mi oficio de escritor.
  • Adoptaré una ética de trabajo sólida y profesional.

Como ves, las estrategias son lo bastante amplias para poder englobar muchos aspectos, pero al mismo tiempo son lo bastante restringidas para no dispersarme. La suma de los tres aspectos guiará todos mis pasos y ha sido esa suma la que me ha hecho darme cuenta (ya llegamos, impaciente) de que las redes sociales no me ayudan a lograr mis metas como escritor, por la sencilla razón de que no juegan ningún papel en mis metas, mis estrategias y mis objetivos.

Para ello, tienes que plantearte las redes sociales como lo que son, una herramienta. Cada uno de nosotros usará, o no, esa herramienta para los fines que consideren oportunos. Hay quien se gana la vida legítimamente en las redes sociales, hay quien se obsesiona por tener más seguidores que nadie, y hay quien la usa para estar al tanto de las noticias. En mi caso, no utilizo esa herramienta que son las redes para ninguno de esos fines y los beneficios que pudiera traerme su uso no compensan sus efectos negativos en mi recurso más limitado: el tiempo.

Por si acaso, te recuerdo que mi meta es escribir las mejores historias que sea capaz de crear, terminarlas y publicarlas. No estoy hablando de venderlas, difundirlas o hacerles publicidad; para todo eso puede que las redes sociales me fueran útiles, pero esos aspectos no están incluidos en mi meta, que he fijado basándome en aquello que puedo controlar, además de un poco de experiencia propia y de fijarme en aquellos escritores independientes que de verdad viven de lo que escriben.

En resumen, y creo que si lo piensas con frialdad estarás de acuerdo, no hay nada en las redes sociales que me ayude a alcanzar mi meta. Y después de esta afirmación tan categórica, seguro que ahora estarás pensando: ¡Te he pillado, Miguel Ángel! Mucho presumir de que no usarás las redes sociales, pero ¿qué pasa con este blog? Tampoco te ayuda en nada a tu meta.

Tienes toda la razón. Esta bitácora tampoco me ayuda a alcanzar mi meta y tendría que abandonarlo en la misma medida que las redes sociales. Tampoco sería la primera vez, de hecho, pero la diferencia estriba en que me gusta escribir aquí porque, a diferencia de las redes sociales, yo controlo esta página y puedo publicar lo que quiera cuando quiera, sin necesidad de permisos o validaciones externas. Además, sigo creyendo en el concepto de pagar hacia delante; ya que no puedo compensar a todos aquellos de los que he aprendido, lo hago enseñando a todo el que quiera aprender.

Por si eso fuera poco, lo que escribo aquí es público y me sirve como acicate para no abandonar. Sería muy sencillo cerrar esta web y borrar mis entradas, y así no tener que responder ante nadie de si escribo o publico, pero no es lo que quiero. Llevo mucho tiempo contando lo bueno y lo malo de mi carrera y tengo intención de seguir haciéndolo. Así pues, todos esos razonamientos me llevaron a esta conclusión:

Mi meta como escritor es compartir con sinceridad el estado de mi carrera y lo que aprenda de este oficio.

Para esta meta mis estrategias son muy simples. La primera es mantener esta bitácora y lo que siempre ha sido: un retrato de mi carrera como escritor, con todos sus altibajos. La segunda es ayudar en la medida de mis posibilidades a quien me lo pida, en especial a aquellos que van por detrás de mí en este apasionante viaje.

Esta meta no es totalmente secundaria, de la misma forma que la anterior tampoco es totalmente primaria; sin embargo está claro que la primera permite la segunda, así que siempre habrá una prioridad. Lo bueno es que ponerme esas metas hace que pueda afrontar cualquier decisión y valorarla de una forma muy sencilla: ¿me ayuda a conseguir mis metas? Si lo hace, adelante; si no lo hace, no merece la pena.

Y ahí volvemos al aspecto de las redes sociales y su utilidad para los escritores. Además de lo dicho en párrafos anteriores, ya escribí en su momento lo que opinaba al respecto así que no tengo mucho que añadir. Puedo utilizar las redes como altavoz para amplificar el efecto de esta bitácora y ayudar a una de mis metas, pero eso supondría invertir en ellas un tiempo que estará mejor servido en escribir, que es mi meta principal. Es así de simple.

Esas son mis metas y los motivos por los que no tengo página de escritor en Facebook ni soy especialmente activo en Twitter o Goodreads. Seguro que tu caso es diferente, lo que pasa es que no estoy hablando de ti, sino de mí. Puede parecer un ataque de egocentrismo, y quizá lo sea, pero hay algo que tengo muy claro: nadie me debe nada y nadie va a preocuparse por mi carrera de escritor con más intensidad que yo. Tomaré sin tapujos lo que considere útil de otros y desecharé lo que no me sea útil o no vaya conmigo, porque el resultado final será única y exclusivamente mío.

Sea el resultado que sea (y cruzo los dedos todos los días para que sea bueno).

Por cierto, con esta entrada alcanzo la redonda cifra de doscientas, publicadas en poco más de tres años. La verdad es que estos tres años han sido apasionantes, podría decir los mejores de mi vida (en lo personal sobre todo), y lo bueno es que son solo el principio. Con esta entrada comienzo un nuevo ciclo, en el que me olvido de mierdas accesorias y quiero centrarme en escribir y trabajar. Si la vida real lo permite, quiero hacer cada año más productivo que el anterior y no al revés, como me ha sucedido hasta ahora.

Tampoco me quejo. El bagaje de estos tres años son dos libros completos (más uno a punto de publicarse), tres novelas cortas, algunos relatos, doscientas entradas en esta bitácora, un número creciente de lectores (que puedo ver por los suscriptores de mi lista de avisos y por las ventas mes a mes) y, lo más importante, tres años de experiencia y unas metas claras. Quizá podría estar mejor, sí, pero lo seguro es que estoy mucho mejor que cuando empecé en enero de 2014.

Que no es poco.

Nos leemos el próximo martes cuando haga balance del mes de enero. Hasta entonces, ¡feliz escritura!

Imagen: Reymark Franke vía Unsplash.