Hay quien nada por placer, y quien nada para competir. Normalmente, empiezas por lo primero y terminas en lo segundo.
Con la escritura ocurre algo parecido. Ya lo decía Moliere, primero lo haces por amor y al final terminas haciéndolo por dinero.
Sin embargo, como escritores no solo debemos ocuparnos de nuestra técnica al nadar, sino vigilar las aguas en las que nos sumergimos.
Un error de cálculo, una mala estimación y tu carrera puede acabar en desastre. Terminas hundiéndote y, lo que es peor, puedes arrastrar a otros en tu camino hacia el fondo.
Cuidado con nadar en las aguas equivocadas. Lanzarse de cabeza está muy bien si puedes ver el fondo; si no es así, mejor ve poco a poco.
Mañana, más. ¡Feliz escritura!
Imagen: Todd Quackenbush en Unsplash