Cuando empecé de nuevo a escribir en esta bitácora, me puse como propósito publicar una entrada todos los lunes y jueves, escribiendo dicha entrada el día anterior. En el caso de esta entrada, salta a la vista que no es así, ya que he empezado a escribirla a las once de la noche. Y sin embargo, aquí está la entrada publicada y nadie ha salido herido. Al final no es tan importante el marcarte un método de trabajo como el hecho de realizar ese trabajo. Se trata de obtener resultados, no de planear cómo conseguirlos. Eso es algo que le cuesta mucho entender a los escritores noveles, que se centran más en la forma que el fondo. Y buena parte de culpa la tienen todos los blogs y talleres de escritura que enseñan «cómo» escribir una novela.

Cada vez que veo un megapost (la de neologismos que hay que tragarse) sobre la redacción de una novela, me dan ganas de gritar «¡olvídate del segundo punto de giro y escribe el puto libro!». De verdad, los escritores (y me incluyo) somos muy aficionados a divagar sobre el proceso de crear historias, intentando encontrar un mecanismo que nos sirva para facilitar el trabajo. Pero es que no hay atajos, coñe, que parece que os da miedo escribir.

Esto forma parte de una serie de ideas preconcebidas y mitos que tenemos todos enterrados en el subconsciente, y que pueden llegar a limitarnos de forma muy seria. Lo digo por experiencia: he estado más de dos años sin escribir y no se lo aconsejo a nadie. Ha sido por varios motivos, pero uno de ellos fue convertir la escritura en algo importante. En cuanto haces eso es cuando empiezan los problemas, porque ya no es algo divertido, algo que haces para evadirte o por placer.

Se convierte en una obligación. Y a nadie nos gusta que nos obliguen.

A mí me ha costado años reconocerlo, tanto que ya escribí sobre eso ¡en diciembre de 2015! Lo que escribí entonces sigue siendo tan válido como entonces, así que no me repetiré. Solo que no me gusta verlo en otras personas (y no estoy mirando a nadie, guiño, codazo). En esos casos, al igual que me pasó a mí, solo se puede salir de ahí si tú decides que quieres salir. Una vez que has dado ese primer paso, has de buscar de nuevo la diversión en la escritura, retomando historias abandonadas o creando otras nuevas. Puedes plantearlo como un reto, cosa que he hecho yo, o simplemente como tu válvula de escape de la rutina diaria. Sea como sea, está en tu mano, y en tu cabeza, conseguirlo.

Así que al lío.

Ya sabes, ten mucho cuidado ahí fuera.