El escritor frente a la maravilla

Desde que comencé con este proyecto, en más de una ocasión me he sentido como el hombre de la fotografía. Me he sentido minúsculo ante las maravillas que mi imaginación creaba y me he sorprendido ante la, en apariencia, inagotable cascada de ideas y conceptos que he ido plasmando en el ciclo de la Unión, en esta bitácora y en otros proyectos futuros.

Pero desde hace unos meses, esa cascada parece haberse agotado y, cada día más, me cuesta ponerme a escribir.

No es el mal llamado bloqueo del escritor. Sé por dónde va a ir mi historia y sé qué tiene que pasar en ella. No es falta de ideas, tampoco; no hay años suficientes en los que escribir todas las historias que querría escribir.

Simplemente, me cuesta ponerme a escribir. 

Cierto, he estado muy ocupado con otros quehaceres. Entre el trabajo y los preparativos para un feliz evento el próximo año, no he parado. Sin embargo, otras veces también he tenido mucho trabajo y eso no me impedía echar una o dos horas por las noches para escribir.

Intenté buscar una solución. De hecho me he ido de internet, pensando que el tiempo que invertía en otras tareas y otras escrituras era tiempo que restaba de la escritura de ficción. Pero el remedio ha sido peor que la enfermedad, y desde que no estoy en internet he escrito menos todavía. El balance del mes de noviembre —que publicaré en unos días— es una miseria en cuanto a palabras escritas, y ni siquiera haberme apuntado por impulso al NaNoWriMo sirvió para que echase más horas de tiempo CELS (Culo En La Silla, para los lectores no habituales).

Es un círculo vicioso. No escribo y como no escribo, cada vez me cuesta más escribir. Y no sabía por qué.

Hasta que leí una entrada de Dean Wesley Smith, (Editado en octubre de 2017: Dean ha borrado la entrada, a saber por qué razón) en el que cuenta cómo sufrió una crisis parecida y cómo la superó. El tardó un día en descubrir la causa del problema y corregirlo; yo no habría podido identificarlo nunca sin su ayuda. Es la diferencia entre un escritor profesional con más de treinta años de carrera a sus espaldas y un escritor novel que todavía está dando sus primeros pasos.

El problema es que he convertido la escritura de mi libro Prisioneros del Futuro en algo importante.

Es importante porque va a ser largo, al menos tanto como Proyecto Armagedón, y hay que cerrar la historia de manera satisfactoria para el lector.

Es importante porque tiene que ser más. Más espectacular, más complejo, más intenso, más de todo.

Es importante porque los lectores que me han escrito alabando la trilogía coinciden en que ha ido a más en cada libro. Y no puedo defraudar sus expectativas.

Es importante porque quiero terminarlo antes de una fecha concreta, y el tiempo corre sin parar.

Es importante porque supone concluir la trilogía de La Amenaza Treyana y con eso podré demostrar mi profesionalidad, cumpliendo fechas de entrega.

Es importante porque… podría seguir, pero creo que ya te habrás hecho a la idea. El caso es que, al convertir Prisioneros del Futuro en algo importante, hice algo terrible.

Le quité toda la diversión. 

Hay escritores, aspirantes a escritor y profesores de escritura que piensan que para que un libro sea bueno, no puedes divertirte escribiéndolo. Tonterías. En todos mis libros y relatos anteriores, disfruté como un enano escribiéndolos, y eso se nota en el resultado final. En cambio, en este la diversión ha desaparecido sepultada por la responsabilidad.

Porque es un libro importante.

Eso ha hecho que mi yo creativo se plante. Nunca antes había tenido una sequía tan extensa, pero nunca antes había tenido unas expectativas tan altas. Tanto internas como externas. Lo bueno es que ahora que tengo identificado el problema, puedo empezar a trabajar en la solución, que no es otra que divertirme escribiendo.

Para eso, voy a dejar de lado todas las expectativas, las mías y las de los lectores. No voy a pensar en la fecha de entrega, voy a concentrarme en escribir cada día lo más que pueda. No voy a preocuparme por la longitud, dejaré que la historia dictamine la extensión. No voy a dejar de hacer cosas que disfruto, como escribir en esta bitácora o en redes sociales, para dar más tiempo a la escritura.

En otras palabras, no voy a tratar Prisioneros del Futuro como algo importante.

Espero que este texto sirva de ejemplo para que otros escritores no cometan mi mismo error. Es muy fácil caer en el fallo de pensar que tu libro es importante pero al final, tan solo es un libro. Ni mi prometida va a dejar de amarme ni mis amigos van a dejar de hablarme si no lo acabo. Pero lo acabaré. Porque una cosa es segura: aunque Prisioneros del Futuro ya no sea importante, voy a disfrutar escribiéndolo.

Y esa sí que es una razón para sentarse a escribir.