En una de las primeras entradas de esta bitácora, escribí sobre la diferencia entre escritores arquitectos y jardineros. En aquel momento me definí como «un escritor híbrido, un arquitecto con mucho de jardinero. Me gusta planear la historia a grandes rasgos antes de escribir y conocer cómo son mis personajes antes de plasmarlos en el papel. Pero luego no tengo ningún miedo a alterar mis planes cuando la historia lo requiere, según la voy creando».
Hoy, más de año y medio después, creo que esa definición permanece, pero estoy comprobando que cada vez soy más arquitecto y menos jardinero. Me di cuenta sobre todo con mi tercera novela, Proyecto Armagedón, donde comencé a desarrollar el hábito de dedicar unos minutos previos a planificar lo que voy a escribir a continuación. Si no lo has hecho antes, es una práctica que te recomiendo; conseguirás más seguridad a la hora de escribir y evitará que te quedes parado en mitad de una frase.
Pero el lugar donde más estoy viendo cómo me convierto en un arquitecto es en mis proyectos futuros.

Las libretas donde planifico mis proyectos futuros, con el Pequeño Libro Rojo en primer término
Además de las libretas donde voy planificando los proyectos Germanio, Telurio y Kryptón, tengo otra, mi Pequeño Libro Rojo, en la que anoto todos los aspectos interesantes que voy sacando de los libros que leo tanto para referencia como para estudiarlos y diseccionarlos. Y hay otra libreta que todavía no puedo mostrar, tendréis que esperar al próximo año.
Para explicaros cómo se está desarrollando mi faceta de escritor arquitecto, el mejor ejemplo es el Proyecto Germanio. Aunque todavía no puedo anunciarlo, sí puedo decir que es una historia que transcurre en la época actual y hunde sus raíces en la historia del siglo XX. Eso exige una cierta labor de documentación, que voy realizando poco a poco, además de la creación de una biblia completa con todo lo que se me va ocurriendo para desarrollar el proyecto.

¡No miréis mis dedos!
Todo eso es lo que voy anotando a mano en la libreta del Proyecto Germanio, utilizando la técnica de la tortuga. Mejor escribir una página o media página todos los días que no escribir quince un día para luego no volver a tocarla en semanas (y sí, la imagen de arriba está difuminada, no le pasa nada a tus ojos; ya he dicho que aún no puedo revelar en qué consiste el Proyecto Germanio). Gracias a eso, me estoy ilusionando mucho con este proyecto y estoy deseando que llegue la hora de ponerlo en primer lugar en mi lista de prioridades. Además, el simple hecho de abrir la libreta, coger un bolígrafo y comenzar a escribir ya hace que mi cerebro se mentalice para el trabajo a realizar, que es muy distinto a cuando me siento frente al ordenador a escribir Prisioneros del Futuro.
Toda esta planificación es clave para plantearse el vivir de lo que uno escribe. Russell Blake, un genial escritor al que recomiendo que sigáis en su blog, escribió hace poco una entrada que me ha llegado muy hondo, y que pone en palabras lo que llevo tiempo pensando. Os traduzco un pasaje de la misma.
«Si tienes éxito [como escritor], te habrás comprado un empleo, igual que si te compras una tienda de licores o pones una tienda de ropa. Un empleo que puede ser muy gratificante, tanto económica como financieramente, pero que es algo muy distinto de ganar la lotería, porque con ese empleo estarás firmando por una larga temporada que debes aparecer todos los días y hacer tu trabajo».
Creo que cualquiera que quiera aspirar a ganarse la vida escribiendo debería imprimir esas palabras y tenerlas frente a su ordenador todos los días. Hacen falta muchas horas de trabajo para conseguir el éxito como escritor y es muy importante aprovechar al máximo cada momento que puedes dedicar a la escritura. El cuantificador que compartí hace unos días puede ayudarte en ese cometido, al hacer posible que sepas con exactitud cuántas palabras tienes que escribir cada día para cumplir tus objetivos y cuál es la racha de días seguidos escribiendo que llevas.
Antes de usar esa tabla de Excel, escribía todos los días y siempre había unos más productivos que otros. Desde que he comenzado a usarla de forma metódica, estoy siendo mucho más productivo y regular, y creo que tiene que ver con la motivación del inconsciente. Tengo unos objetivos que cumplir y sé qué debo hacer para conseguirlos, así que mi cerebro se pone en marcha y lo hace. A veces con sprints de escritura y otros con sesiones más largas, pero cada día cumplo con los objetivos que me marco.
Gracias a eso, cada día estoy más cerca de mi objetivo. Y puedo conseguirlo.
Como siempre muy interesante tu entrada y coincido plenamente contigo que sería brutal poder vivir de lo que uno escribe, simplemente vivir, no vivir con lujos. Eso querría decir que uno está disfrutando al máximo de lo que hace que es justamente escribir.
Un saludo
Muchas gracias David, me alegro que te haya gustado la entrada. Efectivamente, vivir de lo que uno escribe implica algo que todos queremos: convertir nuestra pasión en nuestro modo de vida. En ese proceso me encuentro y es el que voy contando en esta bitácora, porque estoy convencido de que se puede conseguir. ¡Un saludo!