Todo escritor, especialmente los noveles, intenta que su libro no contenga errores y sea perfecto como el reflejo que ves arriba. Pero en sí mismo, eso es un error. No existe el libro perfecto y jamás existirá. Siempre habrá algún error, bien sea en la forma (faltas de ortografía, erratas, repeticiones innecesarias…) o en el fondo (elementos olvidados en la trama, exceso o falta de descripciones, fallos de continuidad…) y debes aceptar que va a ser así.
Por decirlo de manera brusca, tu libro va a tener errores por mucho que lo corrijas. Asúmelo.
¿Y qué quiero decir con esto? Que tu búsqueda de la perfección en tu libro debe ser una meta, no un objetivo. Por si no recuerdas la diferencia entre ambos que establecí aquí, un objetivo es algo que quieres conseguir, tangible y mensurable, que consigues o no consigues, mientras que una meta es más general y define aquello que quieres conseguir como ideal.
¿Lo entiendes ahora?
Es bueno que tu meta sea la perfección en tu libro, porque con ello lograrás el libro más perfecto que eres capaz de realizar en ese momento concreto de tu carrera. A medida que escribas más libros y aprendas este oficio, cada uno de ellos será un poco más perfecto que el anterior. Pero si te pones como objetivo la perfección en tu libro fracasarás de forma garantizada, porque siempre habrá alguien que te apunte un fallo en el que no te habías fijado. Da igual cuántas veces hayas corregido el libro o hayas encargado que te lo corrijan, siempre habrá algo.
Por eso tienes que plantearte la búsqueda de la perfección como meta, y asumir que solo puedes llegar hasta cierto punto con tu nivel de conocimiento actual.
Por eso debes esforzarte en seguir aprendiendo y formándote en todas las facetas de este oficio, para poder llegar lo más cerca de esa perfección ideal.
Y por eso debes dejar de darle importancia a tus errores y aprender de ellos. Los errores que cometí con mi primer libro me sirvieron para que el segundo fuera mejor. Y los del segundo para que el tercero fuera mejor. Con el tercero aprendí más para el cuarto y ese proceso seguirá durante toda mi carrera. Nunca puedes parar de aprender, y menos siendo escritor.
Además, en muchas ocasiones es el propio escritor el que da una gran importancia a esos errores cuando es el menos adecuado para decidirlo. Son los lectores quienes deciden la importancia de esos errores, pues es a ellos a los que va destinada la historia. Y si no lo crees, piensa en esto: si hay un fallo —del tipo que sea— en tu libro y nadie se da cuenta ¿existe de verdad? Esta pregunta, que bien podría ser un acertijo zen, es la que me llevó desde el principio de mi carrera a no obsesionarme con los errores que no he sido incapaz de detectar en mis escritos.
También desde el inicio de mi carrera, tuve muy claro que por mucho que revisara mis libros y que también lo hiciesen mis lectores beta, no íbamos a ser capaces de detectar todos los errores. Pero a nadie le gusta que sus libros tengan errores y a mí tampoco, por lo que me aseguré de contar con la ayuda de mis lectores. En cada uno de mis títulos pido ayuda a los lectores, indicándoles que si encuentran una errata o fallo de algún tipo me escriban un correo indicándomelo. A cambio, les ofrezco la versión electrónica de mi próximo libro en el momento en el que salga.
¿Y sabes qué? Me ha funcionado muy bien. Gracias a los correos de los lectores he podido corregir faltas y erratas de todo tipo, algunas muy fáciles de pasar por alto. Todavía hoy, sigo recibiendo correos de aquellos que leen mis títulos y encuentran algún fallo y todavía hoy, sigo regalándoles libros míos en epub o mobi, a su elección. Contar con la ayuda de los lectores me permite tener un ejército de correctores que me ayudan a tener la versión más perfecta de mis libros, por un precio infinitamente menor al que pagaría por una corrección externa.
Pero aunque hay lectores que me indican los fallos, hay otros que sobre esos mismos libros no solo me felicitan por la calidad de la edición y los pocos errores que tiene, sino que celebran que me ponga a su disposición para recibir correcciones. Como ves, pedir ayuda a los lectores me beneficia, tanto por su ayuda a la hora de encontrar fallos como porque así establezco relaciones con ellos. No soy un autor «más», sino uno que les escucha y les tiene en cuenta.
Como puedes imaginarte, eso es muy importante. Uno de los mantras que repito una y otra vez es que no olvides como escritor lo que sabes como lector. Como lector, sé que si un escritor hace caso a mis correcciones, eso me encanta y hace que me acuerde de él mucho más que si fuese uno de esos que recibe correos y nunca contesta (por eso, siempre, SIEMPRE, contesto todos los correos que me llegan de los lectores, pero esa es otra historia).
En resumen, recuerda que la perfección es una meta y no un objetivo, y asegúrate de tener a los lectores de tu lado en el camino a esa meta. La alternativa es mucho más costosa y mucho más solitaria, créeme.
¡Feliz escritura!
Imagen: Jan Erik Waider vía Unsplash.