Cada vez que leas un libro, es bueno que tomes notas de lo que lees. Da igual que sea ficción o no ficción, puedes aprender de todos los libros, de los buenos y sobre todo de los malos.
En muchas ocasiones, esas notas son la diferencia entre leer un libro o aprender de un libro.
Puedes marcar cada página que te interese con post-its o etiquetas de colores, hacer anotaciones en los márgenes y subrayar los pasajes más importantes. Así se ha hecho durante cientos de años y ha funcionado bastante bien.
Con el kindle y otros lectores electrónicos, ya no es igual. Puedes hacer subrayados y marcar páginas en el lector, pero no es lo mismo. Sí, puedes exportar ese archivo de notas a la nube o a tu ordenador y trabajar con él, sin embargo, le falta algo.
Somos simios, necesitamos algo tangible.
Creo que todavía falta más de una generación para que una oficina sin papeles sea una realidad, así que para seguir aprendiendo de todos los libros que tengo en mi lector, me tomo el tiempo de traspasar esas anotaciones y subrayados a una libreta.
Trabajo con ordenadores desde hace más de veinte años, pero en este aspecto, sigo siendo orgullosamente analógico. Y créeme cuando te digo que esa libreta —que ya debo reemplazar porque me queda muy poco espacio— es el cuaderno más valioso que tengo.
¿Y tú? ¿Lees o también aprendes?
Mañana, más. ¡Feliz escritura!