El orgullo no es algo que tenga ser malo necesariamente. 

Hay un orgullo legítimo, que es contemplar tus obras y, satisfecho, pensar «soy bueno en lo que hago».

Pero hay otro orgullo dañino, que es contemplar las obras de otros y, soberbio, pensar «soy mejor que tú».

Es muy fácil caer en el orgullo dañino, y no te llevará a ningún sitio bueno. Pero si tienes orgullo legítimo de lo que haces, nada podrá pararte.

Mañana, más. ¡Feliz escritura!

Imagen: Sidney Perry en Unsplash