Yo soy de la generación a la que le encanta que los planes salgan bien, así que no había otro modo de afrontar la escritura que preparando un buen plan. Incluso si solo te guias por la inspiración divina y solo escribes cuando te apetece, necesitas un plan. Todos los escritores que conozco que viven de la escritura se organizan, hacen planes a corto, medio y largo plazo y trabajan para cumplirlos. Podría decirse que la diferencia entre un escritor profesional y un aficionado es que el primero tiene un plan mientras que el segundo actúa por impulso. Y es que si no tienes un plan, no tienes nada.
Habrá gente a quien esto le parezca una aberración, y que el arte no se puede planear. Qué equivocados están. No se trata de encorsetar el arte, se trata de poner unos cimientos sobre los que pueda desarrollarse y un horizonte al que dirigirse. Hacer otra cosa es tomárselo como un pasatiempo y no tiene nada de malo, pero no es lo que estoy buscando yo ni lo que intento explicarte. Así que si eres alergic@ a ponerte fechas y marcarte objetivos, te invito a que dejes de leer y busques otra bitácora que te ría las gracias, que aquí estamos trabajando.
Ahora bien, si sigues leyendo, es porque piensas como yo que la mejor forma de afrontar el futuro es construirlo tú mismo. Para eso, la única receta que existe, ha existido y existirá siempre es trabajar como un burro. Lo bueno es que puedes eliminar «como un burro» de la ecuación si te organizas bien y —¡lo adivinaste!— tienes un buen plan. ¿Cómo conseguirlo? Veamos primero qué es un plan y para ello nos ceñiremos a la RAE y su definición número 4: «escrito en que sumariamente se precisan los detalles para realizar una obra». Así que eso es lo que quiero que hagas. Coge una hoja de papel o abre un documento en tu ordenador y haz un resumen de lo que tienes que hacer para alcanzar tus objetivos. Felicidades, ya tienes un plan.
¿O pensabas que iba a enredarme en elucubraciones profundas sobre objetivos S.M.A.R.T. o mostrarte como adaptar el GTD a la escritura? Lo siento, pero todas esas metodologías destinadas a completar tareas y alcanzar tus objetivos de forma eficiente son, en mi experiencia, masturbaciones mentales que te llenan de satisfacción a corto plazo pero, a la larga, son unos distractores muy poderosos que te hacen centrarte en la forma y no en el fondo. Porque si el tiempo y esfuerzo que dedicas a crear tu bullet journal lo dedicaras a escribir, habrías acabado tu novela hace meses, y lo sabes.
Al final, es algo muy simple. Sabes perfectamente qué tienes que hacer para lograr tus objetivos: en mi caso, escribir. Y por eso, cada día desde que empezó el año, he escrito al menos mil palabras. Me queda mucho para alcanzara las 365.000 palabras que me he propuesto de aquí a fin de año, pero yo no pienso en eso. Solo me preocupo de alcanzar el objetivo del día; si no lo consigo, de alcanzar el objetivo semanal. No miró más allá.
En eso sí tienes que portarte como un burro y no permitir que nada ni nadie te aparte del camino que te has trazado. Cuando hayas hecho tu plan, debes acotar cada paso y no mirar más allá del siguiente. No necesitas pensar a largo plazo, ya lo hiciste cuando trazaste tu plan. Lo que tienes que hacer es ceñirte a él lo máximo posible y tener confianza en el propio proceso creativo. Porque a medida que vas sumando días cumpliendo con tu plan, vas formando una racha. Y las rachas son muy poderosas.
También lo sé por experiencia. Estuve trescientos días publicando entradas de forma diaria en esta bitácora hace unos años, y si no hubiera sido por el impulso de no romper la cadena, nunca lo habría conseguido. Terminé dejándolo no por que no pudiera más, sino que porque sentía que no era lo que tenía que hacer. Tenía que escribir y he tardado mucho en darme cuenta.
Espero que tú no tardes tanto. Ya sabes, escribe y ten mucho cuidado ahí fuera.
Lo de la masturbación mental te lo copio ya mismo. 😛