Así pasa la gloria del mundo, es lo que decían los antiguos romanos.
Una de las razones por la que escribimos es para crear algo más grande que nosotros y que perdure después de que nos hayamos ido. Para ser recordado cuando nos convirtamos en polvo.
Se trata de un impulso tan viejo como el ser humano. Dar vida a algo por lo que nos recuerden siempre.
Incluso podemos decir que forma parte de nuestro imperativo biológico, a través de la reproducción.
Fuera de ese camino, solo te quedan dos opciones: o haces cosas que merezcan ser escritas, o escribes algo que merezca ser leído.
Al fin y al cabo, no pensarías que la inmortalidad se puede conseguir fácilmente ¿verdad?
Mañana, más. ¡Feliz escritura!
Imagen: Giuseppe Murabito en Unsplash