Mi amigo Rafa es muchas cosas: padre, proyecto fallido de periodista, economista, inspector de Hacienda… pero hay una faceta suya que desconocía hasta hace unos cuantos años. Es corredor. Él se define como corredor popular del montón, pero ya lleva cinco maratones en las piernas. Cuando lo conocí en la facultad de Periodismo, creo que ninguno nos imaginábamos que podría lograrlo, ni siquiera él mismo. La clave para poder lograrlo es tan sencilla como combinar «las tres ces«: constancia, cabezonería y coj… esto, agallas. «Las dos ces y una a«, quería decir.

El oficio de escritor independiente tiene mucho en común con correr una maratón, con la diferencia de que nunca termina. Si quieres escribir de verdad, no pararás cuando tengas un libro publicado, ni siquiera cuando tengas cien. Seguirás haciéndolo hasta que ya no puedas hacerlo, igual que un corredor solo dejará de correr cuando sus piernas se lo impidan.

Como los corredores de maratón, los escritores independientes tenemos que saber administrar nuestras fuerzas. Para nosotros es aún más importante si cabe, porque nuestras fuerzas tienen que durarnos toda la vida y no podemos quemarnos antes de tiempo. Por eso es importante no obsesionarse con el éxito o fracaso de tus primeros libros, ni invertir todo tu tiempo y esfuerzo en conseguir que tu primer libro sea un éxito.

Debes pensar siempre a medio y largo plazo, porque es ahí donde se va a desarrollar tu carrera. No vale la pena que agotes recursos al principio que pueden ser aprovechados mucho mejor más adelante. Y sobre todo, debes elegir bien los modelos en los que te inspiras. J.K. Rowling y sus libros sobre Harry Potter es el ejemplo de éxito que muchos aspirantes a escritor sueñan con emular. Se equivocan, porque nunca debes basar tu carrera o las decisiones que tomes en una excepción.

La trayectoria de Rowling es irrepetible, pero no es la norma ni mucho menos. Estudia la vida de los escritores que han triunfado, tanto actuales como antiguos, y verás que la mayoría conoció el éxito años después de publicar por primera vez.  Conseguir el éxito mundial con tu primer trabajo es muy difícil, casi imposible, y fiar tu futuro a esa posibilidad es una apuesta muy arriesgada. Sobre todo, no puedes tomar el fracaso de tu primer libro como el fracaso de tu carrera literaria.

No puedes hacerlo por una razón muy simple. Tu primer libro no va a destrozar tu carrera porque tu carrera no existe. Cuando aceptes esa verdad, es cuando podrás dedicarte a crear tu carrera como escritor independiente, y tendrás que hacerlo aplicando «las dos ces y una a«.

Debes tener constancia porque, contrariamente a la creencia popular, los libros no se escriben solos. Requieren de mucho trabajo y muchas horas, y no hay ningún atajo que te ahorre el esfuerzo. Puedes encontrar programas que te ayuden o técnicas para mejorar tu productividad, pero cuando llega el momento de la verdad, eres tú y el teclado. Si no pulsas las teclas nadie lo hará, y tienes que hacerlo cada vez que te pongas a escribir. Cualquiera puede hacerlo una vez, lo difícil es hacerlo siempre, incluso cuando no tienes ganas.

En ese momento es cuando tu cabezonería entra en juego. Porque hay que ser muy tozudo para darle a la tecla durante varias horas todos los días, sabiendo que tienes meses de trabajo por delante para crear esa historia que tienes en la cabeza. Puedes fallar algún día —nadie es perfecto al fin y al cabo—, pero si no eres terco como una mula y aprietas los dientes para conseguir tu meta, no lo lograrás nunca. Debes hacerlo contra viento y marea, incluso contra las opiniones de tus seres queridos. Debes creer firmemente en ti, porque habrá momentos que serás el único que lo haga.

Y ahí entra el tercer componente, las agallas. Tienes que ser valiente para dar el paso y declarar en voz alta «soy escritor«, porque eso te expone ante los demás. Hay miles de novelas escritas que nunca verán la luz, porque sus autores tienen miedo a lo que pudiera pasar si lo hacen. Cuando publicas un libro estás enseñando parte de tu alma a cualquiera que lo lea, y eso tiene sus riesgos. Es más cómodo permanecer en el anonimato, ser uno más y no destacar. Así te ahorras que te señalen y puedan hacerte daño. Por eso hacen falta agallas, para superar ese temor y tener el valor de hacer algo que no todos pueden, que no todos se atreven a hacer.

Ahora deja de perder tiempo en internet y ponte a escribir.

Imagen: Daniel Parks vía Flickr