En muchos sentidos, escribir es un ejercicio. Como levantar pesas o correr.

Cuando estás empezando, tienes que marcarte objetivos modestos y al alcance de tu talento natural.

Las agujetas son muy habituales en este punto de tu carrera. Las agujetas son la consecuencia de que el músculo no está habituado a ese ejercicio. Si lo repites todos los días, terminan desapareciendo.

Con la escritura ocurre lo mismo. Si escribes todos los días, lo que al principio te parecía difícil termina siendo algo habitual.

Ocurre de forma sutil, como todo lo que se practica mucho; haciendo las cosas y no pensando o hablando de cómo vas a hacerlas. Cuando haces tu trabajo, creas hábitos y tu cerebro se sacude las agujetas. Con el tiempo, terminas acostumbrándote y eres capaz de levantar el peso que antes era imposible.

Ese es el punto en el que tienes que ser más cuidadoso.

Cuando llegas a tus límites, es fácil quedarse ahí. Tanto en la escritura como en cualquier otra actividad.

El truco para seguir aprendiendo y progresando es marcarse nuevos límites. Los escritores que arriesgan y exploran terminan superando siempre a los que se conforman con lo que ya tienen.

Cuando ya no tienes agujetas y escribir te parece fácil, es una señal inequívoca de que tienes que ir a por más. Gánate las agujetas, ellas nunca mienten.

Mañana, más ¡Feliz escritura!

Imagen: Becca Matimba en Unsplash