George R. R. Martin no necesita mucha presentación; es el autor detrás de la épica saga Canción de Hielo y Fuego, adaptada con éxito en televisión como la serie Juego de Tronos de la HBO. Mientras me documentaba para escribir esta entrada sobre los tipos de escritor, encontré esta cita suya que resume perfectamente la clasificación a la que yo había llegado:

George R.R.Martín. Imagen: Wikipedia

«Creo que hay dos tipos de escritores, los arquitectos y los jardineros. Los primeros planean todo con antelación, igual que un arquitecto diseña una casa. Saben cuántas habitaciones va a tener la casa, qué tipo de tejado van a instalar, por dónde van a pasar los cables, qué fontanería va a haber… Lo tienen todo diseñado y planificado incluso antes de poner el primer clavo. Los segundos cavan un agujero, depositan una semilla y la riegan. Saben más o menos qué semilla es, pero cuando la planta brota y la riega, no saben cuántas ramas va a tener, lo averiguan según va creciendo. Yo soy más jardinero que arquitecto».

En mi clasificación no hablaba de arquitectos y jardineros, sino de planificadores e improvisadores, pero el concepto es el mismo. Vamos a analizar cada uno de estos dos arquetipos y las ventajas e inconvenientes que conllevan para el escritor.

El escritor arquitecto

La mayor ventaja del escritor arquitecto es que -al menos, en teoría- nunca se va a quedar en blanco, pues ya ha planificado y desarrollado la historia. Es mucho más fácil escribir de algo cuando sabes qué es lo que va a ocurrir y cómo son los personajes. Al contrario de lo que pueda parecer, esto no significa matar la creatividad; lo que hace el escritor arquitecto es adelantar todo ese proceso creativo a antes de escribir el primer borrador.

Además, conocer tu historia te sirve para poder planificar la documentación que necesitas e integrarla en tu flujo de trabajo. No es lo mismo descubrir mientras estás escribiendo que necesitas un mapa del Japón del siglo XV, que saber que vas a escribir una historia de amor y redención en tiempos de guerra y, viendo que el Japón feudal es una buena opción para ambientarla, documentarte sobre el periodo Sengoku antes de comenzar a escribir.

Pero este método también tiene sus inconvenientes. El conocer con antelación el desarrollo y final de la historia puede hacer que desaparezca la ilusión del escritor por ella y desee pasar a otra. A mí me ha ocurrido alguna vez y creo que es porque, sencillamente, asumes en tu cabeza que la historia ya está finalizada y, consciente o inconscientemente, pierdes todo el interés. Y es que es terriblemente difícil terminar una historia cuando no te interesa.

Además, tener la historia trazada y desarrollada puede jugar en tu contra. El mejor indicativo de que estás inmerso en la escritura es cuando tus personajes parecen hablar solos y comienzan a hacer cosas que no tenías pensadas. Si has planificado demasiado, corres el riesgo de perder esa espontaneidad, sacrificando lo que nace en el momento por lo que ya estaba planeado.

El escritor jardinero

Para el escritor jardinero, la mayor ventaja se puede resumir en una palabra: diversión. Hay pocas cosas comparables a ir descubriendo tu historia según la vas escribiendo; para un escritor, no hay mayor placer y diversión que abrir los ojos por la sorpresa ante algo que acabas de escribir. Esa chispa, ese ímpetu creador, es la que te hace volver una vez y otra a seguir escribiendo, aunque a veces cueste. No siempre ocurre, pero siempre tienes la esperanza de que así sea.

Podría dar muchos ejemplos, como descubrir de repente que ese personaje que solo habías desarrollado para una escena te reclama más espacio y se vuelve más interesante que tu protagonista, o ver cómo la solución perfecta al atasco en que te encontrabas te la da un elemento del segundo capítulo que hace que todo encaje mágicamente. Si eres un escritor jardinero, sabes de qué te hablo, y es pura diversión.

Aunque no todo es diversión. Si escribir es de por sí difícil, escribir sin nada preconcebido lo es más, y puede ocurrir que te quedes en blanco. Si tus músculos de escritor no están en forma, corres el riesgo de quedarte parado cada vez que mires al pasado o el futuro de tu historia, al tener que rellenar el mundo en ese preciso momento.

Esas digresiones, como toda interrupción, pueden hacer que pierdas el hilo y eso es lo peor que te puede pasar. Puedes necesitar cinco minutos, quince o incluso una hora para sumergirte en la escritura, pero basta con tan solo un minuto para perder esa concentración.

¿Soy arquitecto o jardinero?

En mi caso, puedo decir con claridad que soy un escritor híbrido, un arquitecto con mucho de jardinero. Me gusta planear la historia a grandes rasgos antes de escribir y conocer cómo son mis personajes antes de plasmarlos en el papel. Pero luego no tengo ningún miedo a alterar mis planes cuando la historia lo requiere, según la voy creando. Si un personaje debe cambiar de profesión a media historia porque el rol que adopta ha cambiado, lo hago. Si he incluido una referencia con vistas a usarla en el desenlace de mi historia, pero luego ese desenlace va por otro camino diferente, no intento forzar para mencionarla. Al final, quisiera pensar que utilizo lo mejor de ambos estilos, combinando las ventajas de una planificación previa con la pura diversión de escribir «sin red».

¿Y tú qué tipo de escritor eres? ¿Arquitecto o jardinero?

Imagen: Craig Garner vía Unsplash