Hacía mucho que no abría la trastienda, y es que hacía mucho que no terminaba un libro. Mi último título, Prisioneros del Futuro, se ha convertido por méritos propios y ajenos en el libro más difícil que he escrito hasta el momento, y no solo por ser el más largo, que también, sino por las circunstancias externas del libro, esos méritos ajenos que mencionaba. La última mitad de 2015 estuvo marcada por la organización de una boda, la mía por más señas, incluyendo desplazamientos familiares entre dos continentes. Súmale a a eso una carga laboral extra en los últimos meses del año, un viaje de novios fugaz y una tonelada de papeleos para preparar mi salto al otro lado del charco. La verdad, me sorprende que fuese capaz de escribir algo en aquella época.
Con esos condicionantes, no es ninguna sorpresa que me resultara imposible cumplir con mi primera estimación de poner a la venta el libro en el primer trimestre de 2016, y así se lo anuncié a los lectores de mi lista de avisos:

En efecto, también estoy suscrito a mi lista de avisos. ¿Tú no?
Sí, anuncié que podría estar listo para mediados de año y, en su momento, así lo creía. Pensaba tener la historia bajo control y que solo necesitaba un poco más de tiempo. Valiente iluso que era.
En mayo de 2016 ya empezaba a sentirme agobiado y hasta realicé una confesión pública de mis miedos. En julio, con más de 125.000 palabras escritas, era evidente hasta para un ciego que no podría acabar el libro en el nuevo plazo que me había marcado. Así que tuve que tragarme mi orgullo y escribir de nuevo a mis lectores para excusarme. Ya no me puse plazos, solo quería acabar el libro.
Por aquel entonces, también caí en la cuenta de que había pasado más de un año desde mi último título publicado, y todo apuntaba a que 2016 podía ser un año en blanco. Por eso, retiré Asalto en Kanar III como regalo para los suscriptores de mi lista de avisos y lo publiqué, sustituyéndolo por un avance de Prisioneros del Futuro. Aquello me sirvió, además de para publicar algo en 2016, para poder recibir las primeras reacciones de mis lectores a la continuación de las aventuras de Chaka y compañía.
Fueron menos de las que esperaba, por el mero hecho de que muchos lectores preferían tener y disfrutar el libro completo a un avance, pero aquellos que sí lo leyeron coincidían: el avance era bueno, por encima de mis obras anteriores. Impulsado por esos ánimos, redoblé mis esfuerzos aunque seguían asaltándome las dudas. Lo que no sabía entonces es que esas dudas eran un mensaje nada sutil de mi subconsciente, que me estaba diciendo a gritos que había mordido más de lo que podía tragar.
Mi idea inicial era que la primera parte del libro narrase las peripecias de los personajes en el futuro y que la segunda contase la resolución de la historia en el presente. No se trataba de dos narrativas paralelas, siempre tuve planeado hablar primero de lo que pasaba en el futuro y, una vez cerrada esa parte, volver al presente para concluir la saga. Pero la parte del futuro necesitaba espacio, no podía ventilarla de cualquier manera.
Tiene su lógica. Al fin y al cabo, pasé todo Proyecto Armagedón sembrando pistas y preparando el terreno para el viaje temporal. No podía pretender solucionarlo en unas pocas páginas. Sin embargo, eso es lo que quería hacer, Incluso cuando algunos lectores fieles (¡Hola, Rafa!) me sugerían partir la historia yo seguía resistiéndome, hasta que ya no pude negar más lo innegable.
En noviembre, terminé confesando ante mis suscriptores lo evidente: tenía que dividir el libro. Lo que siempre había considerado una trilogía pasó a convertirse en una tetralogía. No era algo que me gustase, pero solo un loco insiste en tomar un camino que sabe equivocado. Algo loco estoy, pero no tanto. Trocear la historia era la única manera de poder terminar el libro, o al menos eso pensaba…
Poniéndome la soga al cuello
Lo que vas a leer a continuación no lo sabe nadie, pero ya ha pasado un tiempo y puedo contarlo. Durante el mes de diciembre, seguí escribiendo para acabar con Prisioneros y, con todo, no fui capaz de hacerlo. 2017 llegó y el libro seguía inacabado. ¿Qué hice para remediarlo? Meterme en un lío.
Puse el libro en preventa en Amazon y comuniqué a mi lista de avisos que había terminado el libro cuando no era así. Mentí.
No es algo de lo que me sienta orgulloso, pero en su momento me pareció el único modo de impulsarme para terminar Prisioneros. Ya llevaba más de un año con ese libro y tenía que terminarlo como fuese. Si para ello debía recurrir a una mentira piadosa y jugar con mi miedo al ridículo público, estaba dispuesto a hacerlo.
¿Me arrepiento de ello? Pues no. No he matado a nadie y sirvió para cumplir su objetivo. ¿Volvería a hacerlo? Pues tampoco. No es plato de buen gusto, créeme.
En cualquier caso, me dio el impulso que necesitaba y terminé los últimos capítulos pendientes de Prisioneros en una noche en vela de un fin de semana de febrero, con el tiempo justo para darle un repaso en profundidad antes de mandárselo a los lectores beta. Las reacciones de estos fueron positivas y, tras incorporar las erratas y apreciaciones que me hicieron llegar, Prisioneros salió a la venta el 27 de marzo, culminando un proceso de casi dos años.
Un proceso en el que he aprendido varias lecciones. Para empezar he aprendido que la vida tiene la costumbre de ponerse en medio. Aunque uno sepa todo lo que le viene por delante y haga sus planes teniéndolo todo en cuenta, siembre habrá algo que falle. La clave está en no obsesionarse y saber enfocar las cosas. He pasado meses que no escribía porque la vida me llenaba de problemas y no podía dedicarme a mi deber que es escribir.
No, no funciona así. Escribir no es un deber, escribir es una diversión y una vía de escape. Convertirlo en una obligación es el primer paso hacia el aburrimiento y escribir nunca debe ser aburrido. Tiene que ser aquello que uno desea hacer tras un duro día de trabajo, tu válvula de escape. En La Guerra del Ayer, que comenzaré a escribir el próximo mes, voy a seguir ese planteamiento.
Otra cosa que he aprendido es que como escritor, el poder que tienes sobre la historia es relativo. Puedes cambiar algunas cosas, pero no puedes modificarla si ella no quiere. Lo mejor que puedes hacer es reconocer los síntomas lo antes posible y actuar en consecuencia. Puede que si me hubiera planteado convertir La amenaza treyana en tetralogía antes, hubiese podido terminar Prisioneros del Futuro y publicarlo en 2016. O al menos, habría estado menos estresado y no habría tenido que ponerme la soga al cuello.
Cuando has creado una historia y ha adquirido vida propia, ya no puedes modificarla a tu antojo. Si puedes hacerlo, casi con toda seguridad, será una historia predecible; en cambio, si eres tú el más interesado en saber cómo sigue, ese entusiasmo es el mismo que sentirán los lectores. Y es que, como he dicho varias veces en esta bitácora, los lectores no son tontos.
Si hubiese forzado la historia y acelerado la producción del libro con el objetivo de publicarlo a cualquier precio, tengo el convencimiento de que el resultado habría sido muy inferior al libro que he publicado finalmente. Repito, los lectores no son tontos y mis lectores, menos todavía. Muchos de ellos me han escrito para decirme que la espera mereció la pena; si hubiese entregado un título de baja calidad, los habría perdido para siempre.
Además, los lectores son comprensivos siempre que los mantengas informados. Cuando informé de los atrasos del libro, muchos suscriptores de mi lista de avisos me escribieron contándome que estaban dispuestos a esperar. Los lectores pueden perdonar muchas cosas, pero no que los engañes o los tomes por tontos.
Por último, pero no menos importante, he aprendido que no debo dar una fecha de publicación si no estoy seguro al ciento por ciento de que voy a poder cumplirla. Una y no más.
Espero que este texto te haya servido para aprender algo, aunque sea de mis errores. Si es así, doy por bien empleado todo el tiempo que invertí en Prisioneros del Futuro.
¡Feliz escritura!
¡Mira, mamá, soy famoso! XDDDD
Ya te lo dije por twitter, tú eras famoso antes de que te descubriera, jajajaja… ¡Un abrazo!
Vaya, o sea que es cierto y no es fruto de mi desinformación autoimpuesta involuntariamente … no tienes nada que yo pueda proponer para los premios Ignotus de 2016, ¡lástima! 😉
Será el año que viene entonces …
Enhorabuena por por tu libro, lo he disfrutado como un verderón ;-))))
Muchas gracias José Luis, por esa nominación virtual. Qué más quisiera yo que ganar un Ignotus, pero no sé si sería posible para un autor autopublicado. En cualquier caso, lo que me interesa es tener lectores satisfechos y por lo menos contigo lo he conseguido.
¡Un abrazo y muchas gracias por tu visita y por el comentario!