Con esta entrada, comienza lo que voy a llamar La Trastienda. Uno de los objetivos de este blog es compartir con todos los que me lean el proceso creativo de mis libros en todas sus facetas. Desde de dónde vienen las ideas hasta la puesta a la venta en las diferentes tiendas electrónicas, pasando por el diseño de las portadas o la revisión de los textos. Básicamente, La Trastienda es mi propio making of. Y vamos a empezar por la historia que ha dado origen a todo mi proyecto como escritor independiente: La Cosmonave Perdida.

He querido escribir un libro desde siempre, pero ha sido en los últimos dos años cuando ese deseo se ha convertido en algo más fuerte. Se sumaron toda una serie de circunstancias personales y laborales que, junto al nuevo escenario digital, me hicieron plantearme seriamente el intentar ganarme la vida como escritor. Al final, la decisión fue sencilla, sobre todo porque sabía que si no lo intentaba, me iba a arrepentir toda la vida.

Después de un primer intento que se me fue de las manos por exceso de ambición, decidí comenzar de nuevo partiendo de cero. A mediados de noviembre, pasé una tarde jugando con un generador de títulos y ahí, entre otros, surgió el título de La Cosmonave Perdida, que me llamó la atención por todo lo que sugería: una cosmonave aparecida de repente después de estar perdida durante miles de años…

Antes de empezar a escribir

Ahí había una buena historia que contar, pero antes de hacerlo tenía que crear el trasfondo y a ello me puse. Esa es una de las tareas más gratificantes cuando escribes, poder dejar volar tu imaginación sin límite e ir descubriendo el universo de tu historia según vas añadiendo párrafo tras párrafo. Cuando acabé, tenía una pequeña biblia de la historia y un primer resumen completo del argumento, en el que ya estaban el Gran Consejo, el Cuerpo y los principales personajes. Ya sabiendo a dónde iba mi historia, era el momento de comenzar.

Tardé una semana en ponerme a escribir, pero empecé con fuerza. Repasando mi diario, veo que en los tres primeros días escribí casi cuatro mil palabras, prácticamente la mitad del primer capítulo. En ese momento ya tenía a Chaka, Innis, Tenok y Leonardo creados en mi mente y sobre el papel, pero el argumento que había establecido en el primer borrador no terminaba de adecuarse ni a los personajes, ni a la atmósfera que estaba surgiendo. Era el momento de hacer una pausa y redactar un nuevo resumen que tuviera en cuenta todo lo que ya había escrito.

Después de escribir el nuevo resumen, que ha quedado reflejado bastante fielmente en la novela, estuve unos cuantos días que no pude escribir, y no podía tolerarlo más. Tenía y tengo muy claro que si quiero vivir de la escritura tengo que ser profesional y acabar lo que empiezo. No basta con hacer resúmenes, hay que desarrollarlos y acabarlos. No voy a hablar de epifanías ni revelaciones, simplemente me di cuenta de que o me lo tomaba realmente en serio, o nunca podría conseguir mi objetivo.

Eliminando distracciones

Así que eliminé todas las distracciones que pude de mi vida online y offline, para poder centrarme en la escritura. Acciones en apariencia tan triviales como eliminar las suscripciones en feedly que no me aportaban nada, u otras más trascendentes como dejar de fumar, se tradujeron en mucho más tiempo libre para poder dedicar a la escritura.

Todo ello, sumado al apoyo incondicional de mi pareja, hizo que La Cosmonave Perdida fuera avanzando cada vez más. Cuando llegaron las fiestas navideñas, ya había cogido la suficiente velocidad para estimar que podría acabar el libro antes de fin de año. Pero aunque los últimos días de 2013 fueron extraordinariamente productivos, veía que no iba a cumplir ese objetivo. Me sentía atascado y presionado.

De nuevo, fue mi pareja quien me ayudó. Es bueno ponerse fechas límite y comenzar a tratar mi escritura como un trabajo con plazos de entrega. Pero no tengo que obsesionarme con ello. Lo bueno de ser escritor/editor/empresario es que respondo solo ante mi. Cuando tenga legiones de lectores ansiosos por mi próximo trabajo no podré retrasarme, pero en este punto de mi carrera, no pasa nada por unos días.

Fue darme cuenta de eso y sentirme liberado. De hecho, los últimos cuatro días de escritura fueron los más prolíficos: más de 11.000 palabras hasta llegar al punto y final. Y acabé La Cosmonave Perdida el 3 de enero, solo tres días después de mi fecha límite original. Definitivamente, la flexibilidad en los plazos es una de las ventajas del escritor independiente.

El editor y el empresario

Una vez acabado la novela, mi yo escritor se apartó, para dejar que el editor y el empresario se ocupen del resto del trabajo. Para ello, imprimí una copia en papel de La Cosmonave Perdida -55 folios DIN A4 a doble espacio y por las dos caras- y, durante la siguiente semana, me ocupé de leerla y corregirla, haciendo algunos cambios de cierto calado. Quizás el más importante fue añadir el concepto de la Legión, gracias al cual el flashback cobró mayor sentido. Ese segundo borrador es el que envié a mis lectores beta.

Al mismo tiempo, me ocupe de buscar una imagen adecuada y diseñar la portada. Como quiero dedicar entradas específicas al tema de las portadas, no entraré en más detalles; al fin y al cabo, ya analicé la portada de La Cosmonave Perdida en la entrada anterior. También creé su página específica dentro de la web, así como la descripción y otros aspectos necesarios para el manuscrito final, como los créditos, la llamada a la acción o la información sobre al autor.

En este momento, La Cosmonave Perdida se encuentra en el final de su segunda corrección. En los próximos días, hablaré con mis lectores beta y recopilaré todas sus impresiones y las erratas que hayan podido encontrar, y con ello haré la tercera versión del borrador. Lo dejaré reposar una semana y entonces haré la última relectura, con vistas a publicarlo a mediados de febrero, primero en Amazon y después en el resto de plataformas.

A grandes rasgos, este es el camino que ha seguido y seguirá La Cosmonave Perdida hasta estar disponible para los lectores de todo el mundo. He de decir que para mi ha sido una experiencia increíble, que he aprendido mucho y que voy a seguir haciéndolo. Aplicaré todas esas enseñanzas en el segundo libro, que todavía no tiene título decidido aunque sí que estará situado en el mismo universo de la Cosmonave, al igual que el relato corto que voy a acabar en los próximos días, Terreno Peligroso, la historia inédita y exclusiva que es mi regalo para los suscriptores de la lista de avisos.

Por supuesto, estáis invitados a ver todo el proceso, que os iré contando en próximas entregas de La Trastienda.

Imagen: Alexandre Dulaunoy vía Flickr.