Ahora que cada vez hay más escritores independientes, conviene recordar de vez en cuando la verdad más básica de tu trabajo como escritor, para que no se pierda entre todas las cosas que debes tener en cuenta si quieres dedicarte a esto.

Tu trabajo como escritor es contar una historia y no interrumpir la inmersión del lector en la misma. 

Ya está. Si puedes cumplir esa tarea esencial, has completado la parte más difícil. Todo lo demás son adornos y florituras para quedar bien de cara a la galería.

Para aprender a contar historias necesitas, en primer lugar, leer muchas historias y dejar que tu cerebro se empape de ellas, tanto de las buenas historias como de las malas. Así que lee. Lee mucho y cuando disfrutes con una historia, léela de nuevo e intenta averiguar cómo funciona. Los escritores somos unos privilegiados, pues podemos aprender de todos los literatos que nos precedieron, que nos ofrecen clases magistrales gratuitas en sus libros; no seas tonto y aprovéchate de eso.

Por supuesto, puedes ampliar esas clases magistrales con el curso de escritura o técnicas narrativas que consideres conveniente. Mi único consejo en ese aspecto es que compruebes que la persona que ofrece esos cursos vaya por delante de ti en el camino del escritor. Puedes encontrarte casos como un curso de productividad dado por alguien que no ha sido capaz de terminar todavía su primera novela, así que ya ves que en el mundo de la enseñanza literaria no es oro todo lo que reluce.

En cualquier caso, lo que no te van a enseñar en ninguna escuela es cómo no interrumpir la inmersión del lector en tu historia. ¿Por qué? Porque el concepto de inmersión es algo que debe estar presente en absolutamente todo lo que escribes. Puedes estudiar por separado aspectos como diálogos, tramas, caracterización de personajes, coherencia interna o ritmo, pero no puedes separar la inmersión, porque la inmersión es todo eso y más. Cuando estás leyendo un libro y no dejas de pasar páginas, estas inmerso en la historia. Ese efecto es el que tienes que buscar en todo lo que escribas. Eso es inmersión.

Por eso, tu trabajo como escritor es no interrumpir la inmersión del lector en la historia. No hay manera más segura de perder a un lector que cuando se da cuenta de que está leyendo un libro. Si ocurre eso, es porque no está inmerso en tu historia y si no consigues que lo esté, lo perderás de manera irremediable. La que sigue es una lista por fuerza incompleta, pues la inmersión puede perderse por muchas razones, pero te servirá para evitar algunas de las más básicas:

  • Por errores gramaticales frecuentes y/o flagrantes. Si estás leyendo una novela y encuentras la frase «Todos sabían lo que abía echo, aunque intentaran disimular», las patadas al diccionario te sacan por completo de la historia. Es un ejemplo exagerado, pero te sirve para ver que cualquier fallo de ortografía o gramática que detecte el lector puede hacer que deje de leerte.
  • Por fallos de continuidad. Esto es más común de lo que parece, e incluso yo mismo lo he cometido. En Traición en el Gran Consejo, se menciona un medio de comunicación en dos ocasiones a lo largo de la novela y en cada una de ellas puse un nombre ligeramente diferente. Ya lo corregí hace tiempo y, por suerte, no era un dato importante para la trama, pero si hicieras eso mismo con el nombre de tu protagonista, el lector pensará (con razón) que no tienes ni idea y buscará otro libro.
  • Por ser demasiado escaso o extenso en las descripciones. Si cada vez que presentas a un personaje te limitas a dar el color de ojos y de pelo, sin dar ningún tipo de detalle adicional, al final tus lectores se cansarán. De la misma forma, si describes en detalle cara, cuerpo, complexión, ropa… terminarás haciendo que el lector se salte párrafos, páginas, o incluso el libro entero. Lo mismo ocurre con las descripciones del resto de elementos de tu libro: localizaciones, objetos, vehículos o edificios, por ejemplo.
  • Por forzar el uso de palabras poco conocidas. No caigas en el error de pensar que el uso de palabras rebuscadas hace especial a una obra. Repasa las novelas más destacadas de tu género preferido, verás que el vocabulario que utilizan será más o menos rico y variado, pero nunca es forzado. Si en tu novela de erotismo urbano hablas de una protagonista «bella como una tanagra adolescente», corres el riesgo de romper la inmersión de tus lectores y encima de parecer un autor pedante.
  • Por explicar demasiado las cosas, incumpliendo el precepto básico de No lo cuentes, muéstralo. A ningún lector le gusta ser tratado como un niño, así que no se te ocurra escribir Benjamín pidió auxilio a gritos y después una línea de diálogo como «¡Socorro, por favor, ayúdenme! -gritó Benjamín». Es muy tentador querer llevar de la mano al lector y asegurarte de que comprende qué quieres transmitir, pero no lo hagas. No solo es insultante para la inteligencia del lector y la tuya propia, sino que cuando se da cuenta, le sacas de la historia.
  • Por tener cabos sueltos sin justificar. Puede que estés escribiendo una serie y ese aspecto inconcluso de tu trama sea la semilla de la trama del siguiente libro pero si no es así, el lector quiere una conclusión satisfactoria para cada elemento argumental y cada personaje. Con esto me refiero no solo a que debes preocuparte por terminar cada aspecto de tu trama, sino que también has de cumplir tus promesas. ¿Qué quiere decir esto último? A que si al principio de tu historia muestras que el protagonista tiene una pistola, más te vale que al acabar el libro la haya usado para algo. Los lectores lo recuerdan todo, así que no puedes olvidarte de nada.

Hay muchas más razones por las cuales el lector puede salirse de tu historia, aunque imagino que ya habrás entendido la idea. No se puede resumir lo que es la inmersión en una sola línea, ni tampoco hacer una lista con las cosas que tienes que hacer y qué no. Cada historia es diferente y cada lector es diferente, pero a todos nos molestan las mismas cosas, como los errores gramaticales o que el autor nos tome por tontos. Si quieres mantener al lector inmerso en tu historia, harás bien en vigilar todos esos aspectos. 

Imagen: April Killingsworth vía Flickr.