Cuando no sabes cómo afrontar una historia o tu personaje protagonista es demasiado plano, o simplemente no se te ocurre cómo seguir, existe un pequeño truco.

Se trata de un truco que no te van a enseñar en ningún curso o taller de escritura, pero que ha sido usado por multitud de escritores antes que tú. 

Yo lo he descubierto leyendo la biografía de Robert A. Heinlein, del que alguna vez he citado sus leyes, que ya deberías conocer.

Se trata de robar a los mejores, borrar los números de placa de lo que has robado, poner uno nuevo y reclamarlo como tuyo. 

El propio Heinlein afirmó en una carta a Jack Williamson que el héroe de sus historias está directamente «inspirado» por los héroes de las novelas de Williamson.

Del mismo modo, la inmensa mayoría de los detectives de ficción eran versiones más o menos disimuladas de Sherlock Holmes hasta que llegaron Dashiel Hammet y Raymond Chandler a dar vida a Sam Spade y Philip Marlowe, respectivamente.

Hoy en día, que con solo escuchar la palabra «plagio» todos se ponen en pie de guerra, parece que este viejo truco no está bien visto. Sin embargo, funciona porque lo importante no es la idea, sino la ejecución. 

Mañana, más. ¡Feliz escritura! 

Imagen: Chris Barbalis en Unsplash