Puede que recuerdes este artículo que escribí hace tiempo sobre lo que un escritor puede aprender de Sylvester Stallone (respuesta: bastante). Hoy te traigo el ejemplo de otro icono del cine de acción, Arnold Schwarzenegger, y seguro que estás pensando que estoy de broma. ¿Qué puede aprender un escritor de Arnold? 

La respuesta es que muchas cosas, como la disciplina para triunfar en tres facetas tan distintas de la vida como el culturismo, el cine y la política, o la humildad necesaria para abandonar un campo que dominas y entrar en uno completamente nuevo en el que todo juega en tu contra.

Pero no es de esas cualidades de las que os quiero hablar hoy, sino de otra distinta: la visión. 

Quizá no lo sepas, pero la infancia de Schwarzenegger transcurrió en la pobreza de la Austria de postguerra. Nacido en 1947, sus primeros años transcurrieron en Thal, una pequeña aldea de agricultores en la que Arnold no tuvo ningún lujo. En su autobiografía, Total Recall, cuenta cómo no tenían agua corriente ni retrete, y la fuente más cercana estaba a cuatrocientos metros de su casa, que debían recorrer cada día sin importar frío, calor, lluvia o nieve para recoger agua.

La vida de Arnold transcurría como la de cualquier muchacho de la región: esforzándose en la escuela, vendiendo helados en un lago cercano para ganarse unos chelines, o disfrutando de sus escapadas al cine donde sus favoritas eran las películas peplum protagonizadas por el culturista inglés Reg Park.

En el verano del 61, el joven Arnold descubrió en un recorte de periódico a Kurt Marnuk, el culturista que había ganado el certamen de Míster Austria. Entonces comenzó a ejercitarse junto a otros muchachos en el lago Thalersee, buscando imitarlo. Allí entabló amistad con un salvavidas que resultó conocer a Kurt Marnuk y se lo presentó. Arnold quedó fascinado por aquel obrero de la construcción que había ganado el título de Míster Austria y lo tenía todo en la vida (o al menos así le parecía al joven Arnold): mujeres, coches, dinero y un cuerpo perfecto. En ese verano es cuando comenzó a practicar el culturismo, con una visión muy concreta:

«Iba a competir por el título de Míster Universo; iba a romper todos los records en el culturismo; iba a ir a Hollywood; iba a ser como Reg Park. La visión se volvió tan clara en mi mente que sentí que tenía que ocurrir. No había alternativa: era eso o la nada»

No es muy distinta de las visiones y sueños que hemos tenido todos con quince años. La diferencia es que Arnold nunca la abandonó y encaminó todos sus esfuerzos a hacerla realidad, entrenando con intensidad y esculpiendo su cuerpo en interminables series de ejercicios repetidos una y otra vez. Cuatro años después, el esfuerzo empezó a dar frutos cuando consiguió el título de Míster Europa Junior 1965.

Tras ganar el título, Arnold comenzó a trabajar en un gimnasio en Munich, lo que le permitió usar equipamiento profesional por primera vez en su vida. Dos años después, consiguió el título de Míster Universo en su versión amateur, conquistándolo como profesional durante los siguientes tres años, del 68 al 70. En ese último año también conquistó su primer título como Míster Olimpia, galardón que volvería ganar todos los años hasta 1975.

En ese momento estaba en la cumbre, ya radicado en los Estados Unidos y ganando mucho dinero gracias a sus negocios en la construcción y de venta por correo, además de sus gestiones inmobiliarias. Había llegado, como dicen en mi pueblo, con una mano delante y otra detrás, y había conquistado el sueño americano.

Pero sorprendió a todo el mundo cuando anunció su retirada del mundo del culturismo para dedicarse a la interpretación tras ganar el título de Míster Olimpia 1975.

Hay que poner en su justa dimensión ese anuncio. Arnold se encontraba en la cima de su carrera en el bodybuilding y era el culturista más importante del mundo. Con solo 28 años, podía seguir dominando la disciplina durante varios años más, y así lo demostró cuando compitió por sorpresa en el Míster Olimpia 1980, y lo ganó.

Sin embargo, Arnold tenía una visión: quería triunfar en el cine, quería ser como Reg Park y no aceptaría ningún sucedáneo. 

Con todo, los obstáculos eran evidentes. ¿Qué papeles podía haber para él, sin experiencia en la interpretación, con un acento austríaco muy marcado y con un físico imponente que entonces no era habitual en el cine?

Muy pocos, por eso su primer gran proyecto fue un docudrama sobre su carrera en el mundo del culturismo, Pumping Iron, pero su primer gran éxito y uno de los papeles por los que siempre será recordado fue este:

Conan el bárbaro colocó a Schwarzenegger en la mira de todos los aficionados al cine, con una cinta éxito de taquilla que fue bastante fiel a los relatos originales de Robert E. Howard, y en la que las características de Arnold, que jugaban en su contra para otros papeles, se convirtieron en sus mayores bazas. A pesar de que otros actores han interpretado al bárbaro y personajes similares en muchas cintas y series, nadie ha podido igualar el Conan de Arnold. 

Todos los que crecimos en los años 80 lo pudimos vivir. Aquella cinta fue la primera de una serie de películas que convirtieron a Schwarzenegger en ídolo de masas en todo el mundoTerminatorConan el destructorDepredadorLos gemelos golpean dos veces, Desafío Total, hasta llegar al cénit de su carrera como actor con Terminator 2: El día del juicio. 

Estrenada en 1991, Terminator 2 fue su mayor éxito en taquilla y la culminación de su visión como actor. A los 44 años, había conseguido lo que se propuso casi treinta veranos atrás el lago Thalersee. Y cuando llegas a la cima solo puedes ir hacia abajo, pues ya nunca logró un éxito comparable. Pero esa, y su etapa como gobernador de California, es otra historia.

Como escritor, tener una visión tan poderosa como la de Arnold es la diferencia entre seguir o rendirte. Arnold tardó veinte años desde que formó su visión hasta que logró su primer éxito como actor con Conan el Bárbaro. Muchos se habrían sentido satisfechos con ser uno de los mejores culturistas de todos los tiempos, pero la visión de Arnold le motivó para continuar hasta que se hizo realidad.

La mayoría de escritores tardan años o incluso décadas en lograr vivir de la escritura. Por eso, en el camino se quedan muchos noveles que carecen de la visión necesaria para correr este maratón. Tu visión es lo único que te ayudará cuando nada más pueda ayudarte; si no la tienes, llegará el momento en que te preguntes para qué haces esto. En ese momento, estarás perdido.

¿Tienes visión?

Mañana, más. ¡Feliz escritura! 

Imagen de Arnold en 1974: Wikipedia.

Imagen de Arnold en Conan el Bárbaro: Pantallazo de la copia del autor.