Nací cuando todavía había Guerra Fría, lo que significa que he vivido bastantes cosas. De hecho, mi generación es única en cómo hemos vivido en primera persona la revolución digital que ha transformado nuestro modo de vida en todos los aspectos.
Aprendimos a manejarnos en un mundo analógico, estrenamos las herramientas digitales y hemos visto a los que venían detrás aceptarlas como si siempre hubieran existido. Lo que para ellos es cierto, por otra parte.
Por ello, cuando alguien me dice «yo no sé hacer esas cosas» o «yo no valgo para eso», me llevan los demonios. Si yo he podido aprender, cualquiera puede.
En el mundo de la escritura digital y la autopublicación, eso ocurre muy a menudo. En cierto sentido, esos escritores hacen bien en admitir su ignorancia porque hay muchos aspectos de este mundillo en los que, si tu carrera avanza y despega, vas a necesitar la ayuda de un profesional.
Cubiertas, maquetación o finanzas, por citar solo tres ejemplos.
Pero que necesites ayuda en algunas cosas no implica que tengas que ser un completo ignorante en esos temas. El día que deje de hacer mis portadas, por ejemplo, seguiré siendo capaz de crear esbozos de lo que quiero para mostrárselos a la persona que haya contratado, y tendré una idea más clara de los tiempos de realización que alguien que nunca haya diseñado una cubierta.
Tienes que aprender sobre todos los palos de la autopublicación. De hecho, más te vale hacerlo, para hablar con quien te lo haga en un lenguaje que ambos podáis entender y —no menos importante— para evitar que te estafen.
Mañana, más. ¡Feliz escritura!
Imagen: ritesh singh en Unsplash